Las aguas del océano Ártico y las de los mares que lo circundan se han estado calentando desde el año 1965. El ritmo de su calentamiento se ha acelerado desde el año 1995, y los años 2007 y 2008 han sido los dos primeros años seguidos con una superficie helada en verano extremadamente reducida. La zona del Ártico se calienta más rápidamente que cualquier otro lugar del planeta. ¿Por qué?
Una publicación reciente, The central role of diminishing sea ice in recent Arctic temperature amplification, intenta dar una respuesta a esta pregunta. En ella se llega a la conclusión de que este calentamiento de las aguas del Ártico está muy ligado a la reducción de la cantidad de superficie helada, mientras que los cambios en la cobertura nubosa no han contribuido demasiado a este calentamiento. El contenido en vapor de agua atmosférico ha aumentado, en buena parte como respuesta a la reducción de la superficie helada, y este aumento del vapor de agua puede haber contribuido al aumento del calentamiento de la baja atmósfera durante el verano y principio del otoño.
En la figura se puede ver el aumento de la temperatura durante el período 1989 – 2008 en los distintos niveles de la atmósfera (1000 Hp = superficie) en cada época del año. Parece sorprendente que el ritmo de calentamiento sea inferior en verano (+ 0,5 ºC por década) que en las demás estaciones (+ 1,6 ºC en invierno, + 0,9 ºC en primavera y + 1,6 ºC en otoño), pero la explicación está en que durante esta estación, la fusión del hielo y el calentamiento del agua absorben mucha energía, mientras que en invierno es mucho mayor, exactamente por el motivo contrario.
En la siguiente figura se puede ver el aumento de la temperatura en el período 1989 – 2008 debida a los cambios del hielo marino en los distintos niveles de la atmósfera en cada época del año. En esta figura podemos ver que, al norte del paralelo 70, una buena parte del aumento de temperatura está ligado con la reducción de la superficie helada. En invierno, la mayor parte del calentamiento está ligado con ella, aunque la disminución de la superficie helada sea relativamente pequeña y la retroalimentación debida al albedo sea poco importante en esta estación. El fuerte calentamiento del verano es coherente con la respuesta de la atmósfera a la reducción de la superficie helada, y refleja el ciclo estacional el ciclo anual de flujo de calor entre el océano y la atmósfera: durante el verano, la atmósfera pierde calor, mientras que en invierno hay un flujo da calor del océano hacia la atmósfera. De esta manera, en verano, la disminución de la superficie helada permite un mayor aumento de la temperatura del océano pero, sin embargo, el aumento de la temperatura de la atmósfera es más reducido.
En cuanto a las nubes, un aumento de éstas disminuye la radiación solar (ondas cortas), pero este efecto “sombra” puede ser compensado por un aumento de la radiación de onda larga (efecto invernadero). En el Ártico, el efecto invernadero es predominante en invierno, primavera y otoño, pero en verano el efecto predominante es el efecto sombra. El efecto de las nubes sobre la radiación es pequeño comparado con el del aumento de la humedad.
Al ser el calentamiento de la baja atmósfera del océano Ártico casi el doble que el de las otras partes del planeta, se puede deducir que las retroalimentaciones en la zona ártica son positivas y mayores que en el resto de la Tierra. Lo que hace suponer a los autores de publicación que las posibilidades de que el rápido calentamiento y el deshielo acelerado del océano Ártico y de los mares circundantes tiene muchas posibilidades de proseguir.
En una próxima entrega veremos qué pasó en el Ártico durante el Plioceno. Quizá el conocimiento de lo que sucedió hace 3 millones de años nos pueda dar algunas pistas de lo que puede suceder ahora.
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