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miércoles, 13 de noviembre de 2024

Las inundaciones de Valencia (2)

Que existen inundaciones desastrosas en la zona de Valencia, como en toda la costa Mediterránea, es bien conocido. En la figura vemos una imagen de las inundaciones de hace 180 años, a principios de noviembre de 1864. Nada nuevo, pues. Se imponían políticas prudentes para evitar catástrofes. Una de ellas era no construir en zonas inundables.


A pesar de saberlo, en estos últimos 60 años se ha permitido construir en zonas inundables. Lo vemos en las fotos aéreas de los años 1957 y del año 2021, así como en el mapa donde se señalan las construcciones hechas en cada década en estas zonas y un gráfico con el número de casas construidas cada año, donde podemos ver que en década 2000-2010 se construyó una enormidad, así como en el periodo 1965-1980, en la época franquista y al principio de la democracia.






La irresponsabilidad fue inmensa. Podríamos recordar que en la Comunidad Valenciana, de 1985 a 1999 gobernó el socialista Joan Lerma, y ​​que de 1999 a 2015 los sucesivos presidentes fueron todos del Partido Popular (Eduardo Zaplana, José Luis Olivas, Francisco Camps y Alberto Fabra). La correlación entre el partido gobernante y el número de casas construidas en zona inundable es evidente. Y la de los presidentes imputados por corrupción, también. La corrupción y la irresponsabilidad, en este caso, han ido juntas.

lunes, 10 de marzo de 2014

La huella de carbono


Acabo de calcular mi huella de carbono y me sale que es de 6,6 toneladas de CO2 por año. En España el promedio es de 7,7 toneladas por año y por persona y en los países industrializados es de 11. Como en el mundo hay 7.000 millones de habitantes y se emiten unas 34.500 millones de toneladas de CO2, la huella de carbono media es de 4,9 toneladas por cabeza.

Dicen los expertos que, para que el aumento de la temperatura no sobrepase 2 ºC, las emisiones de CO2 han de reducirse un 60 % para el año 2050. Para entonces el planeta tendrá 9.000 millones de habitantes, por lo que la huella de carbono media debería reducirse hasta 1,5 toneladas de CO2 por barba.

Para calcular la huella de carbono se puede hacer aquí.

sábado, 20 de abril de 2013

Emitir CO2 es más barato que nunca


La cotización de la tonelada de CO2 en el mercado europeo de comercio de emisiones sigue cayendo. El 18 de abril estaba en 3,04 euros/tonelada, el valor más bajo desde que se inició la segunda fase de este comercio, en el año 2008.


Todavía es peor en lo concerniente a los Certificados de Reducción de Emisiones (CER), ya que su valor, desde mediados de enero, se sitúa a menos de 0,20 euros/tonelada. (Estos certificados proceden de inversiones en desarrollo limpio en países en desarrollo, y están avalados por la ONU)


jueves, 27 de septiembre de 2012

El coste del cambio climático


Se acaba de publicar el estudio Climate Vulnerability Monitor, que trata de cuantificar el coste económico y humano del cambio climático. Su principal resultado es que el cambio climático ya tiene un coste significativo para la economía mundial. Si no se actúa, este coste seguirá aumentando y, además, el cambio climático será una de las principales causas de mortalidad.

El estudio estima que el cambio climático causa, hoy en día, unas 400.000 muertes anuales, principalmente a causa del hambre y de la transmisión de enfermedades entre los niños de prácticamente todos los países en desarrollo. Por otra parte, el sistema energético basado en el uso intensivo del carbono causa aproximadamente 4,5 millones de muertes anuales debidas a la polución del aire, a trabajos peligrosos y al cáncer.

Desde el punto de vista económico, el cambio climático causó la pérdida del 0,9 % del PIB mundial en 2010, 696.000 millones de dólares, mientras que el uso intensivo del carbono como fuente de energía causó la pérdida de otro 0,7 % del PIB en 2010, 542.000 millones de dólares.


Si seguimos con el ritmo actual de uso intensivo del carbono, el número de muertes anuales debidas a éste y al cambio climático será de casi 6 millones en el año 2030. La pérdida de PIB para 2030 se estima en un 2,1 % a causa del clima y en un 1,2 % a causa del uso intensivo del carbono para la producción de energía.


La conclusión de este estudio es que es rentable, tanto económica como humanamente, el tomar medidas decididas contra el cambio climático, como se puede ver en el siguiente gráfico.


martes, 17 de abril de 2012

¿Se hunde el barco del CO2 europeo?


Pocos temas tienden a generar tanto debate en Europa como el régimen europeo de Comercio de Emisiones (ETS – Emissions Trading Scheme). No es de extrañar, ya que el ETS es la piedra angular de la ambiciosa política climática de Europa. También es único en el mundo. Cuenta tanto con fervientes seguidores como con detractores que tienen el mismo fervor.

Incluso los partidarios del proyecto, sin embargo, coinciden en que en este momento el ETS no está funcionando del todo bien. Los precios de los derechos de emisión de CO2, que forman el corazón del sistema, son demasiado bajos para impulsar la inversión en tecnologías bajas en carbono. Si no se hace nada, el ETS podría colapsarse por completo, y con él, el buque insignia de los instrumentos europeos de la política climática.

Como resultado, se ha establecido un feroz debate en Bruselas sobre qué hacer acerca del ETS. Este debate ha abierto profundas divisiones, tanto en la Comisión Europea, como entre los Estados miembros y en el seno de la industria. A resultas de esto, los comisarios del Clima y de la Energía de la Comisión están, al menos aparentemente, en desacuerdo. El Reino Unido ha anunciado que va a introducir un límite inferior del precio del carbono emitido, mientras que Polonia desea desmantelar tanto el paquete climático como el energético de la Unión, y las compañías productoras de energía están pidiendo a la Comisión Europea que intervenga e impulse los precios del CO2 tan pronto como sea posible, mientras que la industria intensiva en energía insiste en que no hay que hacer ninguna intervención política.


Aunque parezca extraño, la persona que más habla en los últimos tiempos de la necesidad de solucionar el ETS ha sido comisario europeo de Energía, Günther Oettinger, y no la comisaria del Clima, Connie Hedegaard. En una cena organizada por el Foro Europeo de la Energía en marzo, argumentó que el precio actual de las emisiones de CO2 de 6 € por tonelada es demasiado bajo para cambiar el sistema energético europeo y que hay que hacer algo al respecto. Anunció que en septiembre apoyaría una propuesta de la Comisión a tal efecto, al tiempo que advertía que un precio de los derechos de emisión de más de 20 € por tonelada no sería aceptable para la industria europea en el actual momento económico.

Hay diferentes interpretaciones del repentino entusiasmo de Oettinger por el ETS. Algunos dicen que ha dado instrucciones a su propio gabinete para elaborar una propuesta para llegar a una solución, porque le gustaría solicitar una revisión completa del plan, y no una solución rápida como sería la retirada de una gran cantidad de derechos de emisión, retirada que tiene cada vez más partidarios entre la industria de producción de energía. Una retirada implicaría dejar fuera de circulación una gran cantidad de derechos de emisión que se deberían subastar en el período 2013-20. Por el contrario, una revisión completa requeriría mucho tiempo de procedimientos legales y podría terminar yendo en una dirección completamente diferente, por ejemplo, volver a abrir el debate sobre cómo se asignan los derechos, o sobre la compensación a las industrias intensivas en energía que operan a nivel internacional. Se dice que Oettinger está buscando un nuevo acuerdo que sea mejor para este sector.

Con toda seguridad el ETS será prioritario en la agenda de ministros de Medio Ambiente de la UE cuando se reúnan informalmente la próxima semana en Horsens, Dinamarca, en paralelo con los ministros de Energía. Durante un almuerzo de trabajo, los ministros de Medio Ambiente van a discutir la manera de asegurarse de que el mercado de carbono siga siendo la columna vertebral de la política climática de la UE. Se han programado cinco oradores representando a las empresas para proporcionar ideas: los consejeros delegados de los gigantes energéticos Enel y Eon (en representación de la asociación de las empresas eléctricas de la UE, Eurelectric), de Alstom, en nombre del Grupo de Líderes Empresariales sobre el Cambio Climático, de Shell, del Deutsche Bank y de BusinessEurope. Todos, excepto el último, argumentarán a favor de una retirada de buena parte de los derechos de emisión. En una carta a los diputados a principios de este año, BusinessEurope les pidió que rechazaran esta retirada para promover un debate más amplio sobre el marco de la política general del clima y el futuro a largo plazo del ETS.

La batalla por el futuro del régimen del comercio de emisiones de la UE (ETS) es en realidad una batalla por el futuro de la política climática de la UE. Rara vez los responsables políticos y las empresas ha estado tan profundamente divididos. Tal vez el único punto sobre el que la mayoría de las partes interesadas pueden ponerse de acuerdo es en que hay un problema que necesita solucionarse. El ETS fue creado para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y establecer un precio de referencia para las inversiones bajas en carbono. Es difícil negar que el objetivo principal del régimen de Comercio de Emisiones no se está cumpliendo, objetivo que establece un límite de las emisiones de los sectores energético e industrial en constante disminución que se debería traducir en el año 2020 en una reducción del 21% por debajo de los niveles de 2005. Por cada tonelada de carbono emitido por encima de su límite individual, una empresa debe comprar un derecho de emisión equivalente en el mercado, lo que debería representar una reducción de emisión de una tonelada de carbono en algún otro lugar.

Pero cuando se creó el plan, se pensó que al ir bajando las emisiones aumentarían los precios del carbono emitido por encima del límite fijado a cada empresa, lo que impulsaría las inversiones en procesos bajos en emisiones de CO2. Los políticos de la UE previeron un precio del carbono seis veces mayor de lo que es hoy, cerca de 40 € por tonelada en lugar de los 6 € actuales. Un precio de 6 € por tonelada no es ningún incentivo para invertir en procesos bajos en emisiones de CO2. Las compañías eléctricas también piensan que el precio está muy por debajo de las expectativas y que no proporciona el incentivo adecuado para que las compañías eléctricas hagan las inversiones necesarias para alcanzar los objetivos climáticos. Pero el problema es todavía más grave, ya que el precio ha bajado porque los legisladores han dado enormes subsidios en la forma de derechos de emisión gratuitos.

Cada vez son más los que piensan que el precio de los derechos de emisión es demasiado bajo debido a un exceso de oferta. Esto se atribuye a varios factores. Los últimos estudios académicos sugieren que antes de la recesión ha habido algunos esfuerzos para reducir las emisiones, principalmente la sustitución del carbón por el gas. Sin embargo, las dos principales razones de la sobreoferta son: la recesión (que hizo caer la producción de emisiones) y la superposición del ETS con otras políticas de descarbonización, en particular la directiva de energía renovable de la UE.

No hay duda de que los renovables son necesarias para la descarbonización, pero hay un debate sobre cómo deben estimularse las inversiones en energías renovables: a través del ETS (Eurelectric lo ha venido sosteniendo durante mucho tiempo para poner fin a un tratamiento especial para las energías renovables) o a través de subvenciones a las energías renovables. En realidad, cada nueva instalación de energía renovable reduce la demanda de derechos de admisión y, por tanto, su precio, pero no reduce forzosamente las emisiones de CO2, ya que hay demasiados derechos de emisión. La existencia del objetivo de llegar a un 20 % de energía renovable a la vez que la permanencia del régimen de Comercio de Emisiones ha dado lugar a un aumento de las instalaciones de renovables sin reducir el consumo de combustibles fósiles.

Se calcula que habría de retirar 1.600 millones de permisos de emisión de aquí al 2020 para alcanzar los objetivos de reducción de emisiones de la UE.

Veremos lo que se decide en las próximas reuniones de los ministros de Energía y de Medio Ambiente, pero nada induce a pensar que el problema se vaya a solucionar en el corto plazo. Las diferencias de criterio son demasiado importantes.

European Energy Review

lunes, 28 de noviembre de 2011

El precio del CO2 sigue cayendo


Ahora que empieza la conferencia de Durban sobre el cambio climático, observamos como el precio de la tonelada de CO2 en el mercado europeo de emisiones sigue a la baja. Ha llegado a costar menos de 8 €/t, tres veces menos del que costaba a mediados del 2008, cuando hace un año, la consultora Point Carbon predijo que la tonelada estaría en 22 euros en 2011, 25 en 2012 y a 36 en 2020.


Una parte de este descenso de los precios puede deberse a la crisis, ya que se distribuyó una gran cantidad de derechos de emisión gratis para el período 2008 – 2012 que, con la crisis, no se han utilizado, al bajar la producción. Pero otra parte de este descenso, probablemente la más importante, se debe a las causas que ya detallamos en otra entrada (El fracaso anunciado del Comercio de Emisiones europeo).

Cada vez hay más dudas sobre el futuro de este comercio europeo de emisiones de CO2.

Datos del precio de las emisiones de CO2

viernes, 24 de junio de 2011

El comercio de emisiones de CO2 sufre una brusca caída

Ya hemos hablado de las razones por las que el comercio de emisiones de la Unión Europea es muy probable que sea un fracaso, a pesar de que es el sistema estrella de la Unión para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. La razón básica de este previsible fiasco es que el valor de los derechos de emisión es muy probable que coticen a la baja, lo que reduce considerablemente su efecto motivador para reducir las emisiones.

Hoy mismo, El País publica un artículo titulado Jueves negro en la bolsa de CO2, donde se trata de la fuerte caída del precio de los derechos, que han pasado de valer 16,80 €/t el 30 de mayo a valer 13,01 el 23 de junio.

En el primer gráfico podemos apreciar la evolución de este precio desde el 1 de enero de 2008 hasta ayer, y en el segundo, para apreciar mejor la evolución de los dos últimos años, desde el 1 de enero de 2010 hasta ayer.



Podemos observar que estos derechos, que valían entre 20 y 25 euros por tonelada en el año 2008, hasta el mes de octubre, se han desplomado hasta situarse en valores entre 12 y 16 euros por tonelada a partir de entonces.

Datos del precio de los derechos de emisión de la UE

Añadido el 25.06.2011

El viernes 24 el precio del derecho de emisión bajó de 13,01 a 12,07 euros/tonelada, como se puede ver en el gráfico.

viernes, 10 de junio de 2011

¿Víctimas de la política climática?

Hace varios años, justo después de que el mercado europeo de la energía había sido liberalizado, trabajaba en una multinacional francesa que producía aluminio primario, silicio y otros metales no ferrosos. Esta multinacional tenía una fábrica en Holanda, donde el director general había esperado que los proveedores de electricidad le visitaran para ofrecerle precios más competitivos que los que tenía hasta entonces. En su lugar, se encontró con unos precios de la electricidad que subían de una manera astronómica.

Cuba de producción de aluminio en Saint Jean de Maurienne (Francia)

Durante muchos años los productores de aluminio, zinc, cobre, níquel, silicio, etc., todos altamente intensivos en energía, se beneficiaron de precios de la energía subsidiada en la mayoría de países europeos. Cuando el mercado se liberalizó, se encontraron que la vida era mucho más difícil, con la notable excepción de Francia. El problema era que sus competidores fuera de la Unión Europea, por ejemplo en el Oriente Medio, continuación beneficiándose de una energía eléctrica a muy bajo costo, lo que pone a los productores europeos en desventaja.

Más tarde, para empeorar las cosas, la Unión Europea también se embarcó en una ambiciosa, y de nuevo unilateral, política de protección del clima, que, de nuevo, tiene como consecuencia el aumento de los precios de la energía. Y no hay señales de que la máquina climática europea se vaya a detener en un corto plazo. La decisión del gobierno alemán de eliminar gradualmente la energía nuclear, lo que sin duda tendrá un efecto similar en los precios de la energía, es una ilustración muy llamativa de ello.

En países como Alemania y el Reino Unido (que aprobó una Ley de Cambio Climático que es única en el mundo), el debate ha estallado sobre las consecuencias potencialmente mortales que las políticas climáticas podrían tener sobre la industria europea. Frases como "desindustrialización" y "dictadura ecológica" están apareciendo en los periódicos.

Como era de esperar, son los mismos productores de aluminio, de zinc, de cobre, de silicio (los "metales no ferrosos") los primeros que están en peligro de ser víctimas de este "des-industrialización". Algunas fundiciones ya están cerrando, y las inversiones en la Unión Europea se han parado.

No se puede ser optimista sobre los efectos de las políticas climáticas de la Comisión Europea en este tipo de industria. Si los productores no reciben una compensación rápida y justa, se prevé “el fin de la producción de aluminio y otros metales no ferrosos en la Unión Europea”.

A medida que la maquinaria de la política climática sigue adelante en Bruselas, Berlín, Londres y en otras capitales europeas, no hay duda de que más víctimas potenciales comenzarán a hacer sonar las campanas de alarma. Hay que considerar el caso de la industria de metales no ferrosos como un primer caso que hay que estudiar para ver lo que nos espera.

Ver más aquí.

jueves, 28 de abril de 2011

El fracaso anunciado del Comercio de Emisiones europeo

Desde que el Comercio de Emisiones de la Unión Europea entró en vigor el 1 de enero de 2005, se ha visto rodeado de incertidumbre. Aunque el sistema está pensado para ser el arma más poderosa en el esfuerzo por reducir las emisiones de carbono en Europa, se han mantenido las dudas sobre su eficacia y viabilidad. En teoría, "el comercio de emisiones debe permitir que la Unión Europea alcance su objetivo de reducción de emisiones bajo el Protocolo de Kyoto, a un costo inferior al 0,1% del PIB, bastante menor del que sería si se actuara de otra forma”, según la Comisión Europea. (2008). En la práctica, la eficiencia y la eficacia del comercio de emisiones siguen siendo cuestionables.

La Comisión Europea propone reducir las emisiones de carbono «nacionales» en un 20% en 2020 respecto a 1990. El comercio de emisiones es el buque insignia en los esfuerzos de la Unión Europea para alcanzar este objetivo. El programa cubre todos los sectores con las emisiones de carbono procedentes de fuentes puntuales importantes, como energía eléctrica, acero, hierro, petróleo y gas. Las fuentes móviles de emisiones (por ejemplo, el sector del transporte) aún no están incluidos en el comercio de emisiones.

El hecho de que al comercio de emisiones se centre en fuentes de emisiones de carbono que sean grandes, inmóviles y concentradas, no es casual. La reducción de las emisiones de unas pocas plantas de energía es más fácil que la reducción de las emisiones de los millones de coches. Dado que las fuentes fijas grandes están todos cubiertas por el comercio de emisiones, se aplica a estos sectores un objetivo de reducción más estricto que a sectores fuera del régimen de comercio de emisiones. En efecto, se espera que los sectores incluidos en el comercio de emisiones europeo reduzcan sus emisiones en un 21% entre 2005 y 2020, mientras que se proyecta que los sectores al margen del régimen reduzcan sus emisiones en sólo un 10%. Juntas, las reducciones son suficientes para alcanzar el objetivo del 20% en 2020.

El énfasis en los sectores cubiertos por el régimen de comercio de misiones subraya su papel clave: si el objetivo de reducción del 21% no se cumple, la consecución de los objetivos globales de reducción será casi imposible, porque requeriría una reducción más fuerte en los sectores en donde la reducción de emisiones es ya más difícil o más costosa de lograr. Por lo tanto, alcanzar la meta del comercio de emisiones es crucial.


¿Por qué la fijación de un tope de emisiones y un comercio de emisiones se supone que es eficaz y eficiente ...

Bajo ese régimen, se distribuyen derechos de emisión a todas las instalaciones incluidas en el régimen. Un derecho de emisión proporciona al propietario el derecho a emitir una tonelada de CO2 a la atmósfera. Debido a que el número de derechos de emisión expedidos en un año se puede establecer a un nivel específico, se puede suponer que el régimen es un medio eficaz para reducir las emisiones. El nivel de emisiones, después de todo, viene limitado por el número de derechos de emisión expedidos. Si las empresas no compran derechos de emisión cuando exceden sus límites de emisión, incurrirán en una elevada multa. La multa que se establece está muy por encima del precio real de mercado de derechos de emisión, por lo que no vale la pena hacer trampa.

Al reducir progresivamente el número de derechos de emisión expedidos para llegar al nivel deseado, la Unión Europea debe ser capaz de alcanzar sus objetivos de reducción para 2020. Las empresas tendrán que comprar derechos de emisión si no reducen lo suficiente sus emisiones, o tendrán que invertir en tecnologías de bajas emisiones de carbono para poderlas reducir. Se supone que éste es el mecanismo más eficiente para reducir las emisiones, ya que las fuerzas del mercado asegurarán que las empresas con la tecnología de menor costo disponible serán las primeras en invertir. Así, el objetivo de reducción de emisiones se realizará al menor costo posible.

Si esto es así, entonces ¿por qué, como se indicó anteriormente, siguen en duda la eficiencia y la eficacia de l comercio de emisiones?


... Y por qué el comercio de emisiones de la Unión Europea no lo es?

La respuesta es que hay una gran diferencia en cómo el sistema fue diseñado en teoría y cómo funciona en la práctica. El diseño actual del comercio de emisiones de la Unión Europea no tiene nada que ver con el estilizado, eficaz y eficiente régimen de comercio descrito anteriormente. Con 30 gobiernos nacionales, las distintas industrias y grupos de presión involucrados en el esquema, el diseño real del comercio de emisiones de la Unión Europea es el resultado de un compromiso entre todas las partes interesadas. Este compromiso ha llevado a un diseño con varios fallos que socavan la eficacia y la eficiencia del sistema. De hecho, bajo el régimen actual del régimen es poco probable que sirva para incentivar inversiones sustanciales en tecnologías de bajas emisiones de carbono de aquí al año 2020. Un estudio reciente de la Universidad holandesa de Groningen y de la consultoría tecnológica TNO (Mulder y Bos, 2010) muestra que la probabilidad de alcanzar el objetivo comunitario de reducción es muy baja.

Las inversiones sólo tendrán lugar si los derechos de emisión son escasos o si se espera que sean escasos en el futuro próximo. De lo contrario no hay ningún incentivo para invertir en tecnología de reducción de emisiones. Sin embargo, el comercio de emisiones de la Unión Europea sufre de un exceso de oferta general de derechos de emisión. Según el mencionado estudio se espera que, en promedio, se incorporen a la Fase III del comercio de emisiones de la Unión Europea, que comienza en 2013, un total de 1.400 millones de derechos. El exceso de 1.400 millones de derechos se ha ido construyendo a lo largo de la segunda fase del régimen (2008-2012) y es equivalente a aproximadamente el 70% de la demanda europea de derechos de emisión en 2009. Para ponerlo en otra perspectiva: el excedente sería suficiente para cubrir la demanda holandesa de derechos de emisión por un total de 16 años. Como resultado, los subsidios no son escasos, lo que minimiza la presión sobre las empresas para reducir sus emisiones y presiona a la baja el precio de la emisión de carbono.

A partir de 2013, el número de derechos de emisión se reducirá en un 1,74% anualmente. Sin embargo, esto no implica que el mercado pase de un superávit anual de un déficit anual de inmediato. Aunque el superávit anual se reducirá, en promedio, se espera que el mercado permanezca con un exceso de oferta hasta el año 2020. Como resultado del continuo exceso de oferta, se espera un crecimiento del excedente total de 1.400 millones a finales de 2012 hasta 2.100 millones en 2020.


Las causas del exceso de oferta

La razón para el exceso de oferta en el mercado es que el diseño del comercio de emisiones de la Unión Europea incluye una serie de regulaciones (lagunas jurídicas) que permiten una acumulación gradual de los subsidios a través del tiempo. Se pueden identificar tres fuentes principales de exceso de oferta:

1. "Bancarización" de los derechos de emisión

A partir del inicio de la Fase II en 2008, a las empresas se les permitió depositar en una especie de banco su exceso de derechos de emisión. Antes de ese momento, durante la Fase I (2005-2007), los derechos sólo podían ser utilizados para compensar las emisiones de un año específico y después perdían su función y su valor. La nueva norma implica que el exceso de derechos de emisión sobre la demanda inmediata puedan trasladarse a ejercicios futuros y, como tal, mantienen su valor con el tiempo. Este cambio aumentó la posibilidad de negociar los derechos de emisión, pero también significó que las emisiones ya no se limitan al número de derechos de emisión expedidos en un año determinado.

Esto significa que mientras que en el pasado la Comisión Europea podría establecer los niveles anuales de emisión con los que se llegaría gradualmente a la meta final deseada, ahora sólo puede controlar el número total de derechos de emisión expedidos durante el período de 13 años (2008-2020). Como resultado de esta regla, la reducción de las emisiones de hoy puede incrementar el nivel de emisiones de mañana. Esto hace que el sistema sea vulnerable a los shocks de demanda repentina. La reciente recesión económica es un claro ejemplo. El nivel de emisiones en el marco del los derechos de emisión de la Unión Europea se redujo en más del 11% en 2009 y, como consecuencia, las empresas acumularon alrededor de 250 millones de derechos en ese solo año. Durante la totalidad de la Fase II, a causa de la recesión, se espera que se añadan unos 700 millones de derechos a los excedentes. (Mulder y Bos, 2010)

Con la disposición de la bancarización de los derechos en vigor, el comercio de emisiones seguirá siendo vulnerable en el futuro a los vaivenes de la demanda, eliminando la capacidad de los responsables políticos para poder dirigir el nivel de emisiones en 2020 a un nivel específico.

2. La Directiva de Enlace

Otra importante fuente de exceso de oferta es la Directiva de Enlace. La Directiva de Enlace permite a las empresas importar derechos adicionales al régimen de comercio de emisiones europeo. Estos derechos provienen de dos programas en el marco del Protocolo de Kyoto: el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) y Aplicación Conjunta (AC). Las empresas pueden utilizar estos derechos de emisión para compensar sus emisiones por encima de los derechos de emisión que ya han sido concedidas en el sistema europeo. La directiva permite a las empresas a aumentar un máximo de 13,3%el número de derechos de emisión del sistema europeo.

En 2009 se utilizó alrededor de un tercio del potencial de la Directiva de Enlace. Esto dio lugar a un extra de 82 millones de derechos de emisión que entraron en comercio de emisiones de la Unión Europea en ese mismo año, añadiendo aproximadamente un 4% al límite previsto inicialmente. Como este límite de derechos de emisión previsto inicialmente debe disminuir a partir de 2013, y como los programas del MDL y la IC se desarrollan cada vez más, es probable que el recurso a la Directiva de Enlace crezca con el tiempo, aunque la Comisión Europea tiene previsto prohibir el uso de derechos de emisión de determinados programas específicos.

3. Los sobrantes de la Reserva para Nuevos Participantes.

La Reserva para Nuevos Participantes (RNP) es la tercera fuente importante del exceso de oferta. Como su nombre indica, los derechos de emisión de la RNP se reservan para los nuevos participantes en el comercio de emisiones de la Unión Europea. Por ejemplo, si se construye una nueva central eléctrica, la RNP asigna los derechos de emisión a esta instalación.

Se reserva al cinco por ciento del límite de la previsión total para nuevos participantes. Si hay derechos de emisión sobrantes en la RNP al final de la Fase II, los estados miembros son libres de venderlos en el mercado. Como estos derechos no serán cubiertos por emisiones, no harán más que aliviar la presión sobre los titulares que estén en condiciones de comprar.

Se espera que se quede un considerable número de derechos de emisión en la RNP a finales de 2012. Las estimaciones van desde 180 hasta 360 millones derechos de emisión, dependiendo de las acciones individuales de los estados miembros y del número de nuevos participantes en los próximos dos años. Si los estados miembros decidieran la retirada de su superávit en lugar de vender estos derechos en el mercado, el problema dejaría de existir. Sin embargo, los excedentes son una fuente fácil de dinero en efectivo para los gobiernos con los que podrían financiar otros proyectos. Con un precio de mercado de 15 euros por derechos de emisión, un exceso de 180 millones de derechos proporcionaría a los gobiernos nacionales con un total de ingresos de 2.700 millones de euros. El resultado es que los gobiernos nacionales tienen un incentivo para no actuar en interés del régimen de comercio vendiendo todos los derechos que queden en la reserva.


Fase III: la falta de coherencia socavará aún más el comercio de emisiones

Este análisis no sólo indica que no hay una base para un incentivo de precio fuerte y estable del comercio de emisiones, sino que, todavía más importante, muestra que la política europea de emisiones de carbono carece de coherencia interna. El excedente, después de todo no es una consecuencia de circunstancias imprevistas, sino el resultado directo de los elementos que se han introducido deliberadamente en el sistema, como la Regla de Bancarización de los derechos de emisión, la Directiva de Enlace y la Reserva para Nuevos Participantes, que son opciones esencialmente políticas.

Por desgracia, los elementos que socavan la eficacia de este régimen no se limitan a la segunda fase del comercio de emisiones. Por ejemplo, también se ha creado una RNP para la tercera fase (2013-2020). Aunque todavía es demasiado pronto para decir si habrá o no derechos de emisión sobrantes en esta reserva en el año 2020, la Comisión Europea ya ha reservado 300 millones de derechos como un medio para financiar proyectos relacionados con las tecnologías energéticas innovadoras y la captura y almacenamiento de carbono (CAC). Por lo tanto, la Comisión Europea vuelve a aliviar la presión sobre las empresas cubiertas por el régimen mediante la puesta en circulación de más derechos de emisión para financiar otros proyectos. Aunque el apoyo para el desarrollo de tecnologías como la CAC es una necesidad para alcanzar metas a largo plazo de reducción de emisiones, la fuente de financiación (derechos de emisiones), socava una vez más el comercio de emisiones. Considerando que es necesaria una gran demanda de derechos de emisión para estimular las inversiones, un continuo exceso de oferta hasta el año 2020 es una posibilidad real. Con esto en mente, incluso el nivel actual de precios de 15 euros por tonelada de CO2 debe ser considerado elevado, incluso dentro de algunos años.


Porque una simple reducción del límite no es la solución

La manera de resolver este problema de grandes excedentes parece sencilla: reducir el número de derechos de emisión expedidos. Actualmente la Comisión Europea tiene previsto reducir el número de derechos de emisión expedidos en la fase 3 de 500 a 800 millones para corregir los efectos de la recesión económica reciente. Tal medida podría aumentar la probabilidad de alcanzar la meta de reducción de emisiones. Sin embargo, por sí sola, una reducción de derechos de emisión puede ser todavía ineficaz, porque no soluciona ninguna de las debilidades del comercio de emisiones. Sigue presente la vulnerabilidad a los vaivenes de la demanda, a la Directiva de Enlace y a la RNP.

Las medidas políticas deberían por lo tanto, ante todo, centrase en la eliminación de las debilidades del comercio de emisiones. La coherencia política es la clave: eliminar la Directiva de Enlace, dejar de utilizar la RNP como instrumento financiero y eliminar los derechos que quedan en la reserva. Un acuerdo que incluyera estos elementos constituiría un gran paso adelante. Por desgracia, un acuerdo de largo alcance como éste es difícil de alcanzar dado el número de partes presentes en la mesa de negociación.


Porqué los subsidios para la energía eólica son una mala idea

Pero todavía hay otro problema. Incluso si asumimos que las partes lleguen a un acuerdo y hagan lo que es necesario resolver algunas de las principales debilidades del sistema actual, no se podrá decir que el régimen de comercio de emisiones es un método eficaz y eficiente para alcanzar la meta de reducción de emisiones europeas.

El mercado del carbono sólo funcionará de manera eficiente (es decir, alcanzar el objetivo al menor costo posible) si el precio de las emisiones de carbono es razonablemente estable, para que las empresas puedan planificar sus inversiones en consecuencia. Esto sólo ocurrirá si los responsables políticos se abstienen de interferir en el mercado y limiten sus acciones a proporcionar un entorno político estable y coherente. En ese caso un régimen de comercio de emisiones podría funcionar.

En realidad, en los últimos cinco años hemos visto un precio del carbono inestable e impredecible. En efecto, el mercado de emisiones de carbono no es un mercado real, en los que las fuerzas del mercado determinan los resultados. Los responsables políticos interfieren constantemente y tratan de dirigir el mercado. Si interferir significa que se han resuelto las deficiencias, sería una buena cosa. Sin embargo, en la práctica, esta interferencia es a menudo igual a cualquier gestión de crisis (por ejemplo, la reparación de los daños de la recesión) o proporcionando sustitutos del mercado (por ejemplo mediante la subvención de ciertas formas de energía renovable).

Este último tipo de interferencia a menudo pasa desapercibida porque la interferencia con el régimen de comercio de emisiones es indirecta. Por ejemplo, los gobiernos proponen continuamente nuevos esquemas y subsidios para estimular el uso de fuentes de energía renovables y otras fuentes con baja emisión de carbono. Estas subvenciones favorecen el negocio de las empresas involucradas. Como resultado, pueden invertir, por ejemplo, en la energía eólica en alta mar antes de lo que habría hecho sin subvenciones. El problema es, sin embargo, que ya existe un plan que tiene por objeto proporcionar el mismo incentivo para la industria: el comercio de emisiones. Si los responsables políticos tomaran las medidas necesarias para mejorar el funcionamiento del comercio de emisiones, el aumento de los precios del carbono haría que con el tiempo el parque eólico marino fuese económicamente viable por sí mismo. Un subsidio no sería necesario y se podría ahorrar dinero de los contribuyentes.

El argumento, sin embargo, va aún más lejos. Las empresas que invierten en energía eólica en alta mar con la ayuda de una subvención lo hacen antes de lo que deberían hacerlo, con el consiguiente ahorro de derechos de emisión que de otra manera se usarían para cubrir las emisiones. Estos subsidios ahora se pueden vender en el mercado para uso de otras empresas. Las empresas que compran los derechos de emisión en exceso pueden aplazar sus propias inversiones. Como resultado, las políticas que aceleran el esfuerzo de reducción de carbono en un país, en realidad reducen la presión sobre las empresas en otros estados miembros del comercio de emisiones. En conjunto, la subvención no añade nada a la reducción del esfuerzo en general, pero no es más que un sustituto costoso para las reducciones que se habrían producido de todos modos.

El subsidio para la energía eólica es sólo un ejemplo de cómo las políticas en un trabajo a nivel local o nacional (o incluso europeas) actúan como sustituto del comercio de emisiones, con el efecto de socavar el precio de los derechos y la eficiencia del sistema. Las normas sobre las emisiones, las regulaciones, los impuestos y cualquier otra medida destinada a "acelerar" los esfuerzos de reducción de las industrias cubiertas por el régimen tendrían un efecto similar.

Los responsables políticos tienen hasta cierto punto razón cuando insisten en la necesidad de otros incentivos. El comercio de emisiones no está proporcionando el tipo de incentivo fuerte y estable que cabe esperar de él, así que es comprensible que busquen otros métodos. Mientras el comercio de emisiones siga en vigor, sin embargo, los responsables políticos deberían abandonar el trabajo por libre, abstenerse de introducir otros incentivos y centrarse en la coherencia del comercio de emisiones para que éste sea un arma eficaz y eficiente en la lucha contra las emisiones de carbono.

La alternativa es la abolición del comercio de emisiones en su conjunto y cambiarlo por otro plan de incentivos. Un ejemplo de un plan de incentivos que podría eludir todos los problemas mencionados sería un impuesto progresivo sobre las emisiones de carbono. Aunque el gobierno no tendría ningún control directo sobre los niveles de emisión, y un impuesto se supone que es menos eficiente que un mecanismo de mercado, proporcionaría la estabilidad, la seguridad y el mecanismo para que los precios de las emisiones de carbono aumentaran. Como resultado, se crearía un aliciente para poner en marcha las inversiones necesarias para lograr el objetivo de reducción previsto para 2020. Los sistemas de control ya están en marcha y los derechos que ya se han emitido no tendrían que perder su valor o función. Lo más importante, sin embargo, el «excedente de derechos» se convertiría en una cosa del pasado. Los gobiernos tienen que elegir: o bien permitir que el mercado haga su trabajo, o introducir un impuesto que no tenga control sobre los niveles de emisión. Pero interferir en el mercado con proyectos y medidas que socavan el precio del CO2, no es viable en ningún caso.

Traducción de un artículo de la European Energy Review

miércoles, 17 de noviembre de 2010

El Tea Party y el cambio climático

Como a mucha gente, lo del Tea Party me ha interesado. ¿Qué piensa esta gente? ¿Son tan carcas como nos dicen? El blog de Antón Uriarte habla del libro An Inconvenient Book - Real Solutions to the World's Biggest Problems, de un tal Glenn Beck, para entender un poco este fenómeno. El libro trata de 22 temas. El primero, del cambio climático.

De entrada, el señor Beck nos resume en seis puntos lo que piensa sobre el cambio climático:

1. Sí, creo que el globo se ha calentado un poco. Aproximadamente 0,74 º C (± 0,18 º C) en los últimos 100 años. ¡Un margen de error del 26%!

2. Sí, creo que la humanidad es responsable de una parte de este calentamiento, pero no estoy convencido al 100% de cuanto.

3. Creo que los cambios naturales están jugando también un papel en este calentamiento y que la única constante del clima es el cambio.

4. Creo que aún no entendemos del todo el funcionamiento del clima, y que debemos ser cuidadosos hasta que lo entendamos.

5. No creo que las supuestas soluciones, como el Protocolo de Kioto, sean una respuesta, por muchas razones.
6. Creo que la ciencia, los gobiernos y los medios de comunicación, deberían dejar de tapar la boca a las opiniones disidentes.

Un séptimo punto, medio en broma:

7. Ya que vivo en el Noreste, me gustaría tener un calentamiento global de unos 30 grados en invierno y un enfriamiento global de unos 10 grados en verano. Un poco de brisa global tampoco estaría mal. Evidentemente, se trata aquí de grados Farenheit y, conociendo el Noreste americano en invierno, no puedo más que darle la razón.

Diré que estoy prácticamente de acuerdo con lo que resume el señor Beck de su pensamiento sobre el cambio climático. Veamos ahora algo más de detalle de lo que dice.

Empezamos por el punto 4, donde dice que no entendemos del todo el funcionamiento del clima. Pone el ejemplo de un artículo publicado en 2007 por David Bromwich sobre el calentamiento de la Antártida. En este artículo, que por cierto no tuvo demasiado eco, se dice que "lo mejor que podemos decir ahora mismo es que los modelos climáticos no aciertan cuando observamos los datos de los últimos 50 años de la Antártida continental... Buscamos algún pequeño signo del impacto de la actividad humana, y es difícil encontrarlo por el momento". Es decir, el continente antártico no se calienta como debería hacerlo según los modelos. Si esto es así, tenemos que llegar a la conclusión de que los modelos no son lo suficientemente buenos. La respuesta oficial es que tenemos pocas observaciones del continente antártico (que tiene una superficie grande como los Estados Unidos y México, y sólo doscientas estaciones meteorológicas) y que, por tanto, las conclusiones del profesor Bromwich no tienen ninguna base.

Pero desde el año 1978 la temperatura de la baja atmósfera de todo el planeta se mide por satélite. A pesar de que las medidas por satélite son indirectos y, por tanto, menos precisas que las convencionales, presentan las mismas tendencias. En la entrada anterior me he entretenido en consultar las medidas por satélite de las zonas polares norte y sur, y se puede ver en las figuras de la misma que, en efecto, el continente antártico no parece que se caliente, contrariamente a lo que pasa en el polo norte. Aunque es verdad que las temperaturas medidas por satélite del continente antártico son muy irregulares, y que la recta de regresión tiene un coeficiente de correlación muy pequeño, no se puede decir es que la Antártida se esté calentando. De modo que el profesor Bromwich parece tener razón. Como consecuencia, podemos decir que, en efecto, es muy probable es que los modelos actuales sobre el clima no seann lo suficientemente buenos.

No cree el señor Beck en los ahorros individuales de emisiones de CO2, ya que son perfectamente insignificantes si tenemos en cuenta el aumento de las emisiones chinas. El aumento de las emisiones chinas de aquí a 2020 será muy importante, equivalente a las emisiones de 2.000 millones de “cuatro-cuatros” que hagan, cada uno, 20.000 Km. por año.

En cuanto al protocolo de Kioto, que pretende limitar las emisiones de CO2 de los países industrializados, está claro que no se cumplirá, ni en la Unión Europea de los 15, que fue la que más se comprometió. Y, aunque se cumpliera, sus efectos sobre el clima serían minúsculos, ya que los países no industrializados, como China o India, no tienen ninguna obligación en este tratado. Además, estos países no tienen ningún interés en gastar miles de millones para reducir sus emisiones, sólo para luchar contra un problema que tardará décadas en producirse, si es que se produce, y que se producirá mayormente fuera de sus fronteras.

La solución propuesta en el libro es muy sencilla: no hacer nada. Copio:

Me pone enfermo sentir la pregunta: ¿pero el gobierno no debería probar algo? No, respondo, debería probar algo inteligente. Cuando el gobierno prueba algo, sólo hace que crear nuevos problemas sin resolver los antiguos. La única solución es innovar y adaptarse.

Un ejemplo claro de innovación es que el coste de la energía eólica ha bajado un 60% desde 1990, y el de la energía fotoeléctrica es sólo un 2% del que tenía cuando se empezó a utilizar en los satélites. Estas tecnologías se adoptarán por todas partes cuando, y sólo cuando, su coste sea competitivo. Claro que el gobierno puede ayudar a esta innovación con reducción de impuestos y otros incentivos, pero no hay nada como la competitividad para resolver este problema.

Resumiendo: con respecto al cambio climático, si no fuera que no me gusta el té, yo sería también del Tea Party.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Cómo hacerse rico con el cambio climático


Ahora que ha terminado eso de hacerse rico untando algún concejal para que recalifique un terreno no edificable comprado a bajo precio, Fortune, la revista de la gente rica, ha encontrado una manera "honrada" de hacerse rico. Y digo que es una manera "honrada" ya que:

- Ayuda a los negros del África tropical (sí, a aquellos de la canción del Cola Cao),
- Se combate el cambio climático,
- Se disminuye la deforestación del continente africano.

¿Y cómo se hace todo esto? Pues, muy sencillo, regalando hornillos a los negros del África tropical.

¿Regalando hornillos, dices? Nadie se ha hecho rico regalando algo, guapo.

Lo siento, pero con esta histeria sobre el cambio climático las cosas han cambiado mucho. Para entenderlo, hablaremos primero del mercado de créditos de emisiones de CO2.


El mercado de créditos de emisiones de CO2

Cuando una empresa emite una cantidad de CO2 a la atmósfera superior a la regulada por la Unión Europea, tiene la obligación, bien de reducir sus emisiones, bien de comprar créditos a otra empresa o a un particular que haya disminuido sus emisiones de CO2.

Si todo va según se prevé, el negocio de vender derechos para emitir CO2 a la atmósfera disminuirá las emisiones globales y salvará el mundo. Este es el único propósito de este comercio de créditos de emisión. Aunque, de paso, algunos se harán ricos.

Diremos que por cada crédito de emisión de una tonelada de CO2 al año, se están pagando, según las últimas cotizaciones, unos 15 euros.


El negocio

El negocio en cuestión es el de regalar hornillos como el de la imagen a los negros de Ghana, Kenia, Uganda y otros países. En estos países se cocina de manera muy poco eficiente y, con estos fogones, podrán ahorrar combustible y producir menos CO2 que cocinando de la manera tradicional, generando créditos de emisión de CO2 que pueden ser vendidos en Europa o en Estados Unidos.

Este negocio es potencialmente muy provechoso. Cada fogón reduce las emisiones de CO2 a la atmósfera de 2 a 3 toneladas por año. Rinde, pues, unos créditos de emisión de más de 30 euros anuales. Si se distribuye un millón de fogones de este tipo, el negocio puede reportar más de 30 millones de euros cada año, con una inversión de 10 millones, ya que el coste de un fogón de estos, fabricado África, no es de más de 10 euros: un negocio redondo.