Cuba de producción de aluminio en Saint Jean de Maurienne (Francia)
Durante muchos años los productores de aluminio, zinc, cobre, níquel, silicio, etc., todos altamente intensivos en energía, se beneficiaron de precios de la energía subsidiada en la mayoría de países europeos. Cuando el mercado se liberalizó, se encontraron que la vida era mucho más difícil, con la notable excepción de Francia. El problema era que sus competidores fuera de la Unión Europea, por ejemplo en el Oriente Medio, continuación beneficiándose de una energía eléctrica a muy bajo costo, lo que pone a los productores europeos en desventaja.
Más tarde, para empeorar las cosas, la Unión Europea también se embarcó en una ambiciosa, y de nuevo unilateral, política de protección del clima, que, de nuevo, tiene como consecuencia el aumento de los precios de la energía. Y no hay señales de que la máquina climática europea se vaya a detener en un corto plazo. La decisión del gobierno alemán de eliminar gradualmente la energía nuclear, lo que sin duda tendrá un efecto similar en los precios de la energía, es una ilustración muy llamativa de ello.
En países como Alemania y el Reino Unido (que aprobó una Ley de Cambio Climático que es única en el mundo), el debate ha estallado sobre las consecuencias potencialmente mortales que las políticas climáticas podrían tener sobre la industria europea. Frases como "desindustrialización" y "dictadura ecológica" están apareciendo en los periódicos.
Como era de esperar, son los mismos productores de aluminio, de zinc, de cobre, de silicio (los "metales no ferrosos") los primeros que están en peligro de ser víctimas de este "des-industrialización". Algunas fundiciones ya están cerrando, y las inversiones en la Unión Europea se han parado.
No se puede ser optimista sobre los efectos de las políticas climáticas de la Comisión Europea en este tipo de industria. Si los productores no reciben una compensación rápida y justa, se prevé “el fin de la producción de aluminio y otros metales no ferrosos en la Unión Europea”.
A medida que la maquinaria de la política climática sigue adelante en Bruselas, Berlín, Londres y en otras capitales europeas, no hay duda de que más víctimas potenciales comenzarán a hacer sonar las campanas de alarma. Hay que considerar el caso de la industria de metales no ferrosos como un primer caso que hay que estudiar para ver lo que nos espera.
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