miércoles, 16 de abril de 2025

Extensión del hielo marino polar

La extensión del hielo marino ártico ha llegado este invierno a un máximo de 14.350.000 km2, la extensión mínima desde que se realizan las medidas por satélite, desde finales del año 1978. Si trazamos la tendencia, podemos ver que cada año, en promedio, se pierden 39.500 km2. 


En media anual, la extensión del hielo marino ártico ha pasado de 12,3 millones de km2 en 1979 hasta los 10,5 de los últimos años. Se ha perdido una superficie de casi 2 millones de km2 desde el año 1979, más de 50.000 km2 por año.


En cuanto a la extensión del hielo marino antártico, este invierno (verano en el hemisferio sur) se ha alcanzado un mínimo de 1.960.000 km2. En la región antártica, los mínimos anuales se mantienen relativamente constantes, aunque se puede apreciar también una ligera tendencia a la baja. Los últimos 4 años han sido los de menor extensión mínima desde que se hacen las medidas.

 

La media anual de la extensión del gel antártico ha sido estable durante muchos años, con unos 12 millones de km2. Estos dos últimos años, en cambio, ha disminuido hasta los 10 millones de km2. No sabemos si se trata de un fenómeno pasajero o si es una tendencia de fondo. Posiblemente algo empieza a gestarse en la Antártida, pero es pronto para confirmarlo.


 

La concentración de CO2 en la atmósfera

Mientras, el mundo continúa y las actividades humanas también. Estas actividades van generando residuos, unos más contaminantes que otros, entre ellos la emisión de gases de efecto invernadero en la atmósfera.

A pesar de las conferencias internacionales que se van sucediendo una tras otra, y pese a las evidencias de que el clima está cambiando cada vez más deprisa, las actividades humanas siguen lanzando cada vez más CO2 a la atmósfera. Como es natural, la concentración de este gas va aumentando, habiendo pasado de 316 partes por millón cuando se empezaron a realizar medidas en Mauna Loa (Hawai) en 1958, hasta 427 partes por millón en febrero de este año.


Todavía hay gente que está convencida de que la concentración de CO2 en la atmósfera no tiene nada que ver con el cambio que estamos observando en el clima (aumento de las temperaturas tanto del aire como del mar, incremento de la frecuencia de las borrascas) El problema es que esa gente son los que mandan. Claro que nosotros somos quienes los elegimos, al menos en los países democráticos, lo que quiere decir que la población tampoco está concienciada de las consecuencias de este aumento de la concentración de los gases de efecto invernadero. 

Por otra parte, si reducimos la actividad para contaminar menos, nuestro nivel de vida se resentirá, y mucho. Y nadie está dispuesto a vivir peor.

El dilema es complicado. Quizás, debido a la falta de materias primas, deberemos forzosamente reducir nuestra actividad y, a la vez, emitiremos menos CO2 a la atmósfera. El futuro nos lo dirá: o nos vamos a morir de calor o nos vamos a morir de hambre. 

El aumento de la temperatura en Europa

En estos últimos días, los periódicos nos explicaban que Europa había sido el continente donde las temperaturas habían aumentado más. En efecto, la anomalía del año 2024 respecto a la media de los años 1901-2000 fue en Europa de +2,50°C, comparado con la anomalía global de +1,29°C.


La variación de la temperatura global queda muy amortiguada por la temperatura de las zonas marinas, ya que el agua de los mares tiene una inercia térmica muy importante, por lo que es necesario comparar la temperatura de Europa con la temperatura de la globalidad de las zonas terrestres. En 2024 esta anomalía fue de +1,98°C, notablemente superior, como era de esperar, a la global (tierra + océanos), pero también inferior en medio grado a la del continente europeo.


Si consideramos no sólo el año 2024, sino el conjunto de medidas anuales de las que se dispone, podemos ver que la temperatura del continente europeo no se diferencia demasiado de la temperatura global continental. Por ahora, podemos decir que la diferencia entre estas dos temperaturas de los dos últimos años no es estadísticamente significativa. Las líneas de tendencia son prácticamente las mismas.

¿Falsa alarma? Como muchas veces ocurre, debemos ser prudentes. No tenemos suficientes datos todavía para afirmar que Europa se calienta más que el resto de los continentes, pero tampoco podemos negarlo. Como ocurre muchas veces, hay que tener paciencia. Pero los periódicos serios quizá harían bien en no ser tan alarmistas.