El año 2021, se ha caracterizado por una escasez de carbón a nivel mundial. Por una parte, ha habido dificultades para aumentar la producción de carbón para satisfacer las necesidades crecientes de energía y, por otra parte, debido a los sobrecostes que está originando el pico del diésel en la extracción del carbón y también, aunque en menor medida, de los sobrecostes medioambientales.
El consumo de carbón representa el 48% de la energía primaria total consumida, seguido del petróleo (26%), del gas natural (12%), de la energía hidroeléctrica (7%), de las renovables (5%) y de la energía nuclear (2%). De ahí la gran importancia, desde el punto de vista energético, de la escasez de carbón.
Los principales consumidores de carbón en el mundo son la China (54% del consumo total), la India (12%), los Estados Unidos (6%), Japón (3%), la Federación Rusa, Indonesia, África del Sur y Corea del Sur (2% cada uno)
No se ha hablado mucho de ello, pero tanto la China como la India están sufriendo desde hace meses apagones eléctricos repetidos (estamos hablando de dos países que engloban al 35% de la población mundial y que son el primer y el segundo consumidor mundial de carbón). La falta de electricidad está afectando a la producción industrial china, y le está llevando a acaparar otros combustibles, principalmente gas natural, para montar un plan de choque de transición energética.
Entre tanto, Sudáfrica sufre apagones rotatorios por incapacidad de generar suficiente electricidad, también por falta de carbón. Paquistán se ve obligada a usar productos petrolíferos para generar electricidad al tiempo que ha tenido que parar su sector industrial porque no consigue comprar suficiente gas en el mercado internacional.
Como resultado de esta escasez de carbón, la competencia para acceder al gas natural ha aumentado, dando como resultado un aumento muy importante del precio del mismo. El gas se ha convertido en el sustituto natural del carbón térmico. Tanto la China como la India han aumentado su demanda. En España, el precio ha pasado de los 15 a 20 €/MWh de los años anteriores a unos 80 €/MWh en los últimos meses.
Por otra parte, al suministro de gas natural a Europa no está asegurado. Los países centroeuropeos dependen del gas natural ruso para su suministro, pero por motivos políticos (la posible invasión de Ucrania por parte de los rusos impide la inauguración del gasoducto Nord Stream 2: una infraestructura estratégica que tiene 1.200 kilómetros de largo y podría transportar 55.000 millones de metros cúbicos de gas al año). Alemania contaba con él para asegurarse el suministro energético tras eliminar 16 centrales nucleares.
En cuanto a la segunda fuente energética global, el precio del barril de petróleo Brent se sitúa por encima de los 80 dólares, unos precios que no se veían desde hace varios años. La reciente estrategia de la OPEP buscando reducir la oferta para aguantar el precio, le comienza a dar beneficios y contribuye a que los países productores vuelvan a recuperar su poder frente a los consumidores. La previsión es una gran volatilidad de los precios del petróleo, ya que en los últimos 15 años no se ha invertido suficientemente en la prospección de nuevos yacimientos, debido a la amenaza de nuevas regulaciones para disminuir el consumo de combustibles fósiles.
Nos encontramos, pues, ante la tormenta perfecta que puede desencadenar una nueva crisis, cuyo alcance aún se desconoce, pero que, a día de hoy, ya se deja sentir en los bolsillos de los ciudadanos. Y es que no hay más que ver que la factura eléctrica no para de crecer. Hay que tener en cuenta que el ciclo combinado es el que marca el coste marginal eléctrico y, por tanto, es el responsable de mantener la estabilidad de los precios de la red.
El alza en el precio de las materias primas no solo es exclusiva de la energía, sino que también se ha visto en otros activos como el aluminio o el cobre, que consumen mucha energía para su producción. Todo apunta a que más pronto que tarde tendremos que apretarnos el cinturón ante todas nuestras decisiones de compra.