miércoles, 2 de marzo de 2011

El polo Norte se calienta

Muy interesante el artículo publicado ayer en La Vanguardia sobre la disminución del hielo en el Polo Norte, firmado por el periodista Antonio Cerrillo, y muy interesante también la entrevista que este periodista hace a Carlos Duarte. Transcribimos parcialmente el artículo e íntegramente la entrevista.

La extensión de la superficie helada del océano Ártico ha alcanzado este invierno los niveles más reducidos desde que en 1979 se empezaron a hacer las mediciones y controles por satélite. El mes de enero ha batido el récord de hielo menguante. El mar helado ocupaba ese mes 13,6 millones de km2: unos 50.000 km2 menos que el nivel mínimo alcanzado hasta ahora en un mes de enero, que corresponde al año 2006. El calentamiento global es la primera causa, aunque también han influido fenómenos meteorológicos regionales que forman parte de la variabilidad natural del clima.

Este invierno ha desaparecido en el océano Ártico una superficie helada equivalente a dos veces y media la superficie de España. Concretamente, los hielos ocupaban 1,27 millones de km2 menos que la media en el periodo entre 1979 y el 2000. El área helada está siendo inusualmente reducida en la bahía de Hudson, en el estrecho de Hudson (entre el sur de la isla de Baffin y el Labrador) y en el estrecho de Davis (entre la isla de Baffin y Groenlandia). Estas áreas solían congelarse en noviembre, pero este año ha habido retrasos; y el mar de Labrador, incluso, permanece libre de hielos.

“La superficie del mar helado es baja este invierno, en gran parte debido a que el tiempo en el Ártico ha sido muy cálido”, explica por correo electrónico Mark Serreze, director del Centro Nacional sobre Datos de Hielo y Nieve, de la Universidad de Colorado en Boulder (EE.UU.).

Las temperaturas en el Ártico fueron entre dos y seis grados superiores a la media en un mes de enero, mientras que en las zonas no cubiertas por la nieve incluso alcanzaron al menos seis grados por encima de la media, según los análisis de este centro.

“El declive que se observa a largo plazo en el Ártico se debe al cambio climático, aunque ha incidido la oscilación ártica, que forma parte de la variabilidad natural del clima”, agrega Serreze. Las áreas desheladas han continuado liberando calor a la atmósfera, mientras que los vientos con patrones que acompañan a la fase negativa de la oscilación ártica llevaban aire caliente hacia el Ártico. “Todo esto ha hecho un Ártico especialmente cálido este invierno”, observa Serreze.

De hecho, la oscilación ártica desempeña un papel relevante en los inviernos del hemisferio norte, hasta el punto de que estos varían en función de si este fenómeno tiene una fase positiva o negativa. Es positiva cuando las bajas presiones en el Ártico y el anticiclón en las latitudes intermedias mantienen confinados los vientos del Ártico, que así apenas bajan a Europa o Norteamérica. Sin embargo, en la fase negativa, la situación se invierte. Así, en el Ártico se instala un anticiclón y bajas presiones en las latitudes medias del Atlántico, con lo que esta configuración facilita la penetración de grandes masas de aire menos frío hacia zonas más septentrionales y de aire muy frío hacia el sur.

La oscilación del Ártico ha tenido una influencia “fuertemente negativa” este invierno en el hemisferio norte, según Serreze, y eso ha dado como resultado unas condiciones de frío y nieve en el este de Estados Unidos y en partes de Europa, lo que contrasta con un tiempo cálido en el Ártico. Serreze agrega que algunos han planteado la hipótesis de que la pérdida de mar helado haya creado condiciones que facilitan la fase negativa de la oscilación ártica, “aunque eso entra dentro del campo de las hipótesis”.

Y esta es la entrevista:

El profesor Carlos Duarte

Carlos Duarte, profesor de investigación del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (CSICUIB), sostiene que es fundamental seguir estudiando la evolución de las corrientes del Ártico que se hunden en el Atlántico y prestar atención al riesgo de posibles cambios climáticos abruptos.

Hemos tenido el mes de enero con menor hielo en el Ártico desde que se iniciaron las mediciones por satélite en 1979. ¿Por qué se forma menos hielo?

La causa última es el calentamiento climático; pero determinar las causas que intervienen en los deshielos es complicado. Influyen no sólo los cambios de temperatura sobre el Ártico, sino también los cambios en la cobertura de las nubes, que hacen que la incidencia de la radiación solar sobre el hielo sea mayor, o los cambios en la circulación en el intercambio de agua entre el Ártico y el Pacífico, y entre el Ártico y el Atlántico.

La entrada de agua del Pacífico y del Atlántico es cada vez más cálida. ¿La entrada de aguas más calientes es un factor clave?

El episodio más catastrófico que ha habido de deshielo en el Ártico, el del año 2007, sigue marcando el mínimo histórico, y se debió fundamentalmente a una entrada de agua cálida desde el Pacífico que hizo no sólo que se fundiera el hielo en un sector importante del Ártico, sino que física y materialmente empujó el hielo fuera del Ártico y lo hizo salir en gran cantidad por el sector del Atlántico.

La corriente del Golfo de México calienta la costa europea y alcanza el Ártico. Pero los deshielos del Ártico en dirección al Atlántico, ¿pueden interrumpir esa corriente?

Se ha constatado efectivamente una mayor exportación de agua dulce desde el Ártico hacia el Atlántico. El agua que sale del Ártico fluye a lo largo de la costa Este de Groenlandia hasta llegar al sur de la isla, y allí es donde se hunde, lo que pone en marcha toda la circulación de aguas de la corriente termohalina global, que tiene un papel importante en la regulación climática.

¿Y cómo influiría ese desagüe al Atlántico?

Cuando las aguas del Ártico, que son frías y algo más dulces, se encuentran con las del Atlántico, que son más cálidas y densas, se hunden. Pero si el agua dulce de salida del Ártico aumenta, entonces la densidad disminuirá, el agua flotará más y quizás deje de hundirse.

Que se interrumpa esa corriente es uno de los asuntos que más preocupa, ¿no?

Sí, pero todavía no se ha detectado que la formación de agua profunda en Groenlandia haya cambiado. Pero nuestra capacidad para detectar esas tasas de hundimiento es muy imprecisa. Tendría que haber habido un cambio muy grande para detectarlo. Por eso, lo que estamos haciendo es medir el transporte de calor a lo largo de la línea del Atlántico.

¿Cómo?

Estamos llevando a cabo un gran proyecto, la expedición Malaespina, con el buque oceanográfico Sarmiento de Gamboa, del CSIC, que está cruzando el Atlántico entre Las Palmas y Santo Domingo. Medimos el transporte de calor a través de las corrientes marinas para ver si ha cambiado las condiciones de salinidad y la cantidad de calor que está transportando.

¿Qué otros asuntos hay que estudiar?

Los cambios climáticos bruscos. Se han identificado once elementos que pueden desencadenar cambios bruscos, y de ellos seis están en el Ártico. Uno de estos fenómenos abruptos es la modificación de las corrientes marinas derivadas del aumento de salinidad de agua dulce del Ártico. Otro es la pérdida de hielo de Groenlandia, que puede llevar a un aumento rápido del nivel del mar a escala global.

¿Alguna más destacaría?

Puede darse la liberación de hidratos de metano, un gas que tiene veinte veces más capacidad de efecto invernadero que el dióxido de carbono. Estos hidratos de metano están atrapados bajo los hielos en los sedimentos a baja profundidad de las plataformas continentales del Ártico. Y en toda Siberia, las costas son de muy poca profundidad. El problema es que si se calienta un poco el agua, el hielo se puede fundir y permitir la liberación de cantidades masivas de metano. Eso podría causar un calentamiento climático realmente abrupto.

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