sábado, 1 de enero de 2011

Las corrientes del Mediterráneo

La climatología hace del Mediterráneo una cuenca de concentración. En efecto, la gran evaporación que vientos e insolación producen, junto con el insuficiente aporte de agua de los ríos y lluvias, origina un déficit hídrico crónico que se compensa con la entrada de agua atlántica a través del estrecho de Gibraltar y de agua del Mar Negro a través del Bósforo. Esta generación de agua genera, a su vez, unas corrientes que circulan por el Mediterráneo en sentido antihorario.


El agua que entra del Atlántico forma una corriente superficial cuyo caudal oscila entre 63 y 146 km3/día, según la época del año. Una vez atravesado el estrecho, la corriente transcurre pegada a la costa africana por efecto de la fuerza de Coriolis, llegando hasta la parte más oriental de la cuenca, en el Líbano, donde gira al norte siguiendo la costa de Turquía.

En los Dardanelos, se encuentra con la corriente Este-Oeste formada por la aportación de aguas procedentes del Mar Negro. Esta circula por el Egeo y la costa de Grecia hasta el Adriático donde sube para descender por la costa de Italia subir de nuevo por el Mar Tirreno, golfo de Génova y bajar por la península Ibérica.

Las mareas es otro de los aspectos de la hidrología del Mediterráneo que lo hacen un mar algo peculiar. El reducido tamaño de la cuenca y la angosta comunicación con el Atlántico hacen que las mareas sean muy reducidas (unos 40 cm de media), ocurriendo a menudo que las variaciones de nivel debidas a cambios en la presión atmosférica (secas) o a la constancia de determinados vientos resultan de mayor importancia. La amplitud de mareas crece con la proximidad al estrecho.

La Comisión Europea puso en marcha en 1993 el proyecto MTP (Mediterranean Targeted Project), proyecto de investigación pluridisciplinar sobre las regiones orientales y occidentales de ese mar y que además se sitúa en el marco de los importantes esfuerzos de la Unión Europea para comprender mejor el Mediterráneo e identificar las actividades humanas susceptibles de perjudicar sus frágiles ecosistemas.

El proyecto MTP ha encontrado que la temperatura de las aguas profundas de la cuenca mediterránea occidental ha subido 0,13ºC en los últimos cuarenta años. Este calentamiento, aparentemente anodino, es importante porque se trata de un espacio de tiempo muy breve.

Las conclusiones más recientes del proyecto MTP sugieren que el aumento de la salinidad observado durante ese mismo período no es menos importante y que la causa es también el hombre. La construcción de gigantescos embalses (sobre todo los de Asuán en el Nilo y del Ebro en España) ha reducido la cantidad de agua dulce en el Mediterráneo durante los 50 últimos años, lo que explica el aumento general de la salinidad. Dado que el agua salada es más densa que la dulce, este cambio ha afectado a la circulación de corrientes importantes en la cuenca del Mediterráneo, así como entre el Mediterráneo y el Atlántico.

Una de las consecuencias más importantes se refiere a la corriente de agua salada que sale del Mediterráneo por el estrecho de Gibraltar y contribuye a la formación de la Corriente del Golfo, factor clave del clima europeo. Las consecuencias del aumento de la salinidad de esta corriente, directamente relacionadas con la de las aguas del Mediterráneo, son difíciles de predecir a largo plazo. Podrían empujar la Corriente del Golfo hacia el oeste, lo que causaría un grave enfriamiento de la Europa del Norte o, al revés, empujar a dicha Corriente hacia el este, lo que calentaría ese clima norteño. Frente a estas dos posibilidades, los científicos intensifican sus esfuerzos para llegar a previsiones más exactas.

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