Me preguntaba en la última entrada si los economistas convencionales podrían tener razón al pensar que el crecimiento puede continuar para siempre.
Empecemos por preguntarnos si la economía es una ciencia, para poder opinar si los economistas son capaces de prever lo que pasará. Los economistas en general no han previsto el choque económico actual. Se podría pensar que esta falta de predicción (la imposibilidad de prever un evento de tanta importancia histórica como la rápida contracción de casi toda la economía mundial, lo que supone la quiebra de algunos de los bancos y de las compañías de fabricación más grandes del mundo) podría conducir a la mayoría de los economistas a pararse y a reexaminar sus premisas fundamentales. Al menos, así lo harían los verdaderos científicos.
En realidad, la economía, tal como se practica actualmente, no constituye una ciencia, ya que procede principalmente a base de la lógica correlativa y no a través de la construcción del conocimiento por un continuo y riguroso proceso de proponer y probar hipótesis. Si bien la economía utiliza una terminología compleja y las matemáticas, tal como lo hace la ciencia, sus afirmaciones básicas sobre el mundo (como el principio de sustitución infinita, que sostiene que para cualquier recurso que escasea, el mercado encontrará un sustituto) no están sujetas a un cuidadoso examen experimental.
Y aquí tenemos la respuesta a la primera pregunta: los economistas convencionales piensan que el crecimiento puede continuar para siempre ya que afirman, sin poderlo demostrar, que por cualquier recurso que escasee el mercado encontrará un sustituto.
Pero para que una economía crezca hace falta disponer de energía barata. Si la teoría del Pico de Petróleo es cierta, ¿que podrá sustituir el petróleo y el gas a un precio razonable? Además, el crecimiento perpetuo de la población humana y el consumo dentro de los confines de un planeta finito parece una hipótesis con poca base, sobre todo porque las señales de advertencia de que los límites ecológicos ya se han alcanzado y superado empiezan a ser evidentes por todas partes.
Si los científicos que advierten sobre los límites al crecimiento tienen razón, enfrentarse al galimatías de la economía mundial implica mucho más que simplemente ayudar a volver levantar los bancos y los prestamistas hipotecarios. De hecho, en este caso nos enfrentamos a un cambio fundamental en nuestra economía tan importante como el advenimiento de la revolución industrial. Nos encontramos en un punto de inflexión histórico: el fin de décadas de expansión y el comienzo de un inevitable período de contracción que continuará hasta que la humanidad vuelva a vivir dentro de los límites de los sistemas de regeneración de la Tierra.
Pero hay pocos indicios de que los encargados de formular políticas entiendan nada de esto. Su manera de pensar parece estar conformada principalmente por las garantías de los economistas de que el crecimiento puede y debe continuar en el futuro indefinido, y que la contracción económica que el mundo está experimentando en este momento es sólo temporal, un problema que puede y debe ser resuelto.
Si el Diagnóstico Alternativo es correcto, hemos entrado en una nueva era económica en la que las normas anteriores ya no son aplicables. Los bajos tipos de interés y el gasto público ya no se traducen en incentivos para la producción de préstamos y de empleo. La energía barata no aparecerá sólo para que haya demanda. Los sustitutos de los recursos esenciales en muchos casos no se han encontrado. Sobre todo, la economía continuará disminuyendo hasta que pueda ser mantenida por la energía y los recursos materiales que la Tierra puede proporcionar de manera continua.
Esto es, por supuesto, una noticia muy difícil de digerir. Es lo mismo que el ser informado por su médico que uno ha contraído una enfermedad sistémica, potencialmente mortal, que no se puede curar, sino sólo gestionar y la gestión de la que significa que tiene que hacer profundos cambios de estilo de vida.
Veremos, en otra entrada, qué hacer para adaptarnos con un mínimo de consecuencias negativas a esta nueva era económica.
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