La conclusión de muchos estudios sobre las disponibilidades de energía es que es poco probable que se pueda contar ni con los combustibles fósiles convencionales ni con las fuentes de energía alternativas para proporcionar la cantidad y calidad de la energía que se necesita para sostener el crecimiento económico, o incluso los niveles actuales de actividad económica, durante el resto de este siglo.
Si bien hay muchas instalaciones de producción de energías alternativas con éxito en todo el mundo (desde pequeños sistemas fotovoltaicos a escala casera hasta grandes "granjas" de aerogeneradores), son muy pocas las naciones industriales modernas que ahora mismo sacan la mayor parte de su energía de otras fuentes que no sean de petróleo, carbón y gas natural. Dos ejemplos son Suecia y Francia, que obtienen la mayor parte de su energía eléctrica del nuclear y de la energía hidroeléctrica. Otro ejemplo es Islandia, que se beneficia excepcionalmente de importantes recursos geotérmicos nacionales que no se encuentran en la mayoría de los otros países. Incluso en el caso de estas tres naciones, la situación es compleja, ya que la energía eléctrica no significa más que una parte de la energía total consumida, y la otra parte está basada en combustibles fósiles (el transporte, para las industrias petroquímicas, para la agricultura, etc.). Por tanto, una sustitución significativa de la producción de energía a partir de combustibles fósiles por otras fuentes de energía sigue siendo una cuestión más teórica e ilusoria que real.
Pero el problema va más allá del petróleo y otros combustibles fósiles:
- Los recursos de agua dulce del mundo están tensados hasta el punto de que miles de millones de personas pronto se podrían encontrar con un acceso precario al agua potable y a la de irrigación.
- La diversidad biológica está disminuyendo rápidamente.
- Estamos perdiendo 24 mil millones de toneladas de capa superficial del suelo cada año debido a la erosión.
- Muchos minerales económicamente importantes, desde el antimonio el zinc, se están agotando rápidamente, lo que requiere la extracción de minerales de grado cada vez más bajo en lugares cada vez más remotos.
Por tanto, el pico de la crisis de petróleo es en realidad la vanguardia de un dilema mayor: el Pico de Todo.
En esencia, la humanidad se enfrenta a un peligro totalmente predecible: la población ha crecido de manera espectacular durante los últimos 200 años (en virtud de una expansión desde mil millones a casi siete mil millones), mientras que nuestro consumo para cápita de los recursos también ha crecido. Para cualquier especie, esto es prácticamente la definición de éxito biológico. Y, sin embargo, todo esto ha tenido lugar en el contexto de un planeta finito con cantidades fijas de recursos no renovables (combustibles fósiles y minerales), una limitada capacidad de regeneración de los recursos renovables (bosques, peces, agua dulce y la tierra vegetal), y una capacidad limitada para absorber los desechos industriales (incluido el dióxido de carbono). Si damos un paso atrás y observamos el período industrial con una amplia perspectiva histórica, basada en un reconocimiento de los límites ecológicos, es difícil evitar la conclusión de que estamos viviendo hoy en el final de un período relativamente breve de 200 años de una fase de rápida expansión activada por un subsidio temporal de energía (en forma de combustibles fósiles baratos), que será inevitablemente seguido por una fase contracción aún más rápida a medida que estos combustibles se agoten.
Este ciclo histórico de crecimiento y de contracción no significa necesariamente el fin del mundo, pero sí que significa el final de un determinado tipo de economía. De una manera u otra, la humanidad debe volver a un patrón más normal de existencia caracterizado por la dependencia de los ingresos solares inmediatos (a través de los cultivos, el viento, o la conversión directa de la luz solar en electricidad), en lugar de depender de la luz del sol almacenada hace millones de años en forma de combustibles fósiles.
Esto no quiere decir que el resto del siglo XXI debe consistir en un colapso del industrialismo, una muerte de la mayoría de la población humana, y una vuelta por los supervivientes a un modo de vida esencialmente idéntico a la de los campesinos o indígenas cazadores recolectores del siglo XVI. Es posible imaginar formas de vida aceptables con las que la humanidad pueda adaptarse a los límites ecológicos y al mismo tiempo seguir desarrollando la riqueza cultural, la comprensión científica y la calidad de vida.
Utilizando los recursos no renovables como los metales, minerales y combustibles fósiles, los hemos robado de las generaciones futuras. Ahora, en efecto, estamos robando a estas generaciones los medios financieros que podríamos haber utilizado para construir un puente hacia una economía sostenible. La construcción de una infraestructura de energía renovable (incluyendo no sólo la capacidad de generación, sino de distribución y sistemas de almacenamiento, así como los sistemas de transporte post-petróleo y la agricultura) requerirá enormes inversiones y décadas de trabajo. ¿De dónde provendrá el capital de esta inversión si los gobiernos ya están enterrados con deudas? Si hemos comprometido miles de millones de euros para hacer flotar una vieja economía sin perspectivas reales de supervivencia, ¿qué nos queda para financiar la nueva?
Si la receta actual económica para nuestro mal está mal dirigida, lo mismo es cierto en el caso de muchos remedios propuestos por nuestros problemas energéticos. Según el Diagnóstico Convencional, los actuales altos precios del petróleo se deben a la especulación. La solución, por tanto, debe estar en una regulación más estricta del comercio de los futuros sobre el petróleo (que puede ser una buena idea, aunque no llega raíz del problema), mientras se ofrecen más oportunidades a las compañías petroleras para la prospección de petróleo (aunque la producción de las reservas que se encuentren sería relativamente pequeña, y tendría poco efecto en los precios del petróleo). De hecho, invertir más en sistemas de energía de combustibles fósiles (incluido la tecnología del "carbón limpio") producirá la disminución de rendimientos, dado que los recursos de más alta calidad ya se han agotado. Mientras tanto, haciendo esto se desperdicia el capital de inversión para el desarrollo de fuentes de energía renovable, de los que tendremos que depender cada vez más al agotarse los combustibles fósiles.
Si el Diagnóstico Alternativo es correcto, no habrá ninguna solución fácil para la situación actual de una económica estropeada. Algunas enfermedades no son curables, sino que simplemente exigen que nos adaptemos y que intentemos sacar lo mejor de nuestra nueva situación.
Si la humanidad ha emprendido la fase de contracción de la industria, debemos asumir que tenemos por delante niveles de ingresos medios mucho más bajos (por casi todo el mundo en las naciones ricas, y por los asalariados mejor pagados en las naciones más pobres); diferentes oportunidades de empleo (menos puestos de trabajo en ventas, marketing y finanzas, más en la producción de base), y una energía, un transporte y una alimentación más costosos. Además, hemos de suponer que los aspectos fundamentales de nuestro sistema económico que están indisolublemente ligados a la necesidad de un crecimiento futuro, como el sistema de préstamos, dejarán de funcionar en este nuevo contexto.
En una próxima entrada veremos cómo nos podríamos adaptar rápidamente y con éxito a esta nueva situación.
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