lunes, 7 de junio de 2010

Los modelos del cambio climático parecen exagerar

Cuando vemos los cálculos que se publican sobre el efecto directo del aumento del CO2 en la atmósfera, al pasar de 300 ppm (partes por millón) a 600 ppm, nos encontramos que es de 0,67 a 1,46 ºC. Observamos también que el aumento del efecto invernadero del CO2 disminuye al aumentar éste. Según Richard Lindzen el efecto invernadero de CO2 ya está casi saturado. El CO2 capta solamente una parte de las radiaciones infrarrojas, las correspondientes a ciertas longitudes de onda. Así que por mucho que aumentase su concentración en la atmósfera, la otra parte de las radiaciones infrarrojas terrestres se le escaparía siempre.

Sin embargo, los modelos que nos propone el IPCC (International Panel for Climate Chamge) nos dan un aumento de entre 2 y 6 ºC. Esto es debido a que estos modelos consideran que el efecto invernadero directo del CO2 debe corregirse mediante lo que se llaman retroalimentaciones, o efectos inducidos. Así, por ejemplo, si el aumento del CO2 provoca un aumento de la temperatura del agua del mar, aumentará su evaporación, lo que podría aumentar la cantidad de vapor de agua de la atmósfera, aumentando el efecto invernadero.

A pesar de que la magnitud del calentamiento global antropogénico depende principalmente de los aspectos positivos de retroalimentación en el sistema climático, no se conoce la forma de medir realmente la retroalimentación a partir de los datos de las observaciones.

El IPCC lo ha reconocido en el informe del IPCC AR4, al final de la sección 8.6, que se titula "La sensibilidad del clima y las retroalimentaciones": “Se ha propuesto un buen número de pruebas de diagnóstico... pero pocos de ellos se han aplicado a la mayoría de los modelos actualmente en uso. Además, no está claro qué pruebas son fundamentales para que sean obligatorias en las proyecciones futuras (de calentamiento). En consecuencia, aún no se ha desarrollado un conjunto de mediciones para los modelos que podría ser utilizado para reducir el rango de error de las retroalimentaciones en un plausible cambio climático y de la sensibilidad del clima”.

Esta es una afirmación más que sorprendente, aunque es sólo un párrafo entre muchos, y ha pasado desapercibido (voluntariamente o no) por los que nos quieren imponer su visión catastrofista.

Recomiendo leer el trabajo publicado por Lindzen (el mismo citado anteriormente) y Choi (2009), On the determination of climate feedbacks from ERBE data, que calcula cómo satélite mide como ha variado la radiación en los trópicos (energía solar + infrarrojo) con los cambios de temperatura de la superficie durante un período de 15 años, según los datos registrados por el satélite Earth Radiation Budget Satellite (ERBS, 1985-1999).

El satélite ERBS llevó un experimento (ERBE) que midió por primera vez los cambios globales en la energía infrarroja solar absorbida y emitida en una escala de tiempo de más de un decenio. Tales mediciones son fundamentales para nuestra comprensión de la retroalimentación en el sistema climático, y por lo tanto, cualquier estimación de cómo el sistema climático responde a las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero.

Los autores demostraron que la pérdida de la radiación de la Tierra observada por el satélite aumentó considerablemente con el calentamiento, a menudo en exceso de 6 vatios por metro cuadrado por grado (6 W m-2 K-1). En marcado contraste, todos los modelos climáticos computarizados que examinaron daban exactamente el resultado contrario, ya que dicen que la atmósfera atrapa más radiación con el calentamiento en lugar de la liberar más, como observó el satélite.


La consecuencia de estos resultados es clara: la mayoría, si no todos, los modelos climáticos que predicen que el calentamiento global son demasiado sensibles y por tanto vaticinan un calentamiento demasiado importante como respuesta a las emisiones de dióxido de carbono de la humanidad.

Sin embargo, para ser honestos, debemos decir que las medidas de radiación del ERBS no son muy fáciles de analizar, debido a la deriva diurna – nocturna de la órbita del satélite, por lo que ha habido que recalibrar las medidas. Por tanto, las conclusiones deberán ser confirmadas con nuevas medidas y nuevos estudios.

Evidentemente, este resultado no ha sido tenido en cuenta por aquellos a quienes les interesa convencernos de que las predicciones catastrofistas sobre el cambio climático responden a una realidad. Por lo que acabamos de ver, es posible, por no decir probable, que las previsiones que nos anuncian sean bastante exageradas.

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