viernes, 6 de diciembre de 2024

El mito de la transición energética

Los principales países de la Unión Europea están inmersos en un proceso llamado “transición energética”, que consiste en reducir el consumo de combustibles fósiles como paso necesario para luchar contra el cambio climático. Esta transición energética, que teóricamente debe basarse en una producción masiva de electricidad de origen renovable, debería ir sustituyendo de forma rápida y eficaz los usos de la energía que actualmente  se basan en el uso de combustibles fósiles y favorecer así la descarbonización de la economía.gePara conseguir este objetivo uno de los pilares fundamentales es el coche eléctrico. El otro es la utilización del hidrógeno producido por la electrolisis del agua.

Pese a que la fabricación de coches eléctricos fue la gran apuesta de los fabricantes de coches europeos, ahora estamos en pleno frenazo: proyectos de fábricas  de baterías retrasados ​​sine die, cierre de fábricas de coches, etc. La razón es que en Europa se compran coches eléctricos, puesto que son muy caros. Los fabricantes europeos no pueden construir un coche eléctrico por menos de 25.000 USD.

La razón por eso es que la fabricación del coche eléctrico requiere una gran cantidad de materiales que exigen mucha energía para ser extraídos y procesados, y además no se producen al ritmo necesario para permitir la adopción masiva de vehículos eléctricos. La Agencia Internacional de la Energía advierte que la producción minera actual más la proyectada en los próximos años para algunos materiales críticos como el cobre, el litio o el níquel será ampliamente insuficiente para cubrir las necesidades previstas incluso en los escenarios más modestos de la transición energética. Esto lleva a un proceso de encarecimiento de los vehículos eléctricos. Dado que el precio es elevado, las compras disminuyen.

Los chinos, por ahora, fabrican coches eléctricos más económicos que los fabricantes europeos, pero los coches chinos a precio asequible tienen unas prestaciones muy bajas, particularmente en lo que se refiere a la autonomía, además de presentar problemas de fiabilidad y seguridad. Y, a corto plazo, si la producción de estos vehículos a precio más asequible aumentara, los fabricantes chinos se encontrarán con el mismo problema de falta de materiales. Por ejemplo, el principal productor mundial de cobre, Chile, no puede continuar aumentando la producción. Es decir, a partir de ahora el problema con el cobre no será sólo si es suficiente en la Tierra para emprender todos los planes de electrificación previstos, sino que además la cantidad anual de cobre extraído irá cayendo año trasero año, y esto significa que será cada vez más difícil seguir haciendo lo que hacíamos hasta ahora, y ya no digamos expandir los usos del cobre. Está claro que se puede aumentar su reciclaje, pero el reciclaje consume mucha energía, y no es seguro que, desde el punto de vista energético, no se coma buena parte de las ganancias de la transición energética proyectada.

Pero el precio no es el único inconveniente del vehículo eléctrico. No existen, ni probablemente habrá en un futuro previsible, suficientes puntos de recarga adecuados. Por su parte, los tiempos de la recarga con instalaciones domésticas son muy largos si se necesita una carga completa. El uso repetido de cargadores de carga rápida acorta muy rápido la vida de las baterías. Dado que las enormes baterías deben integrarse en el chasis del vehículo, en caso de accidente, aunque sea con desperfectos moderados, la reparación de la batería puede ser tan compleja que su coste podría ser muy elevado, a veces comparable con el del propio coche.

Si hablamos de maquinaria pesada, dada la baja densidad energética de las baterías (alrededor de 0,6 MJ/litro con las de ion litio, las más capaces: unas sesenta veces menos energéticas que el diésel), resulta imposible desarrollar maquinaria pesada eléctrica basada en baterías, debido al enorme volumen que deberían tener para ofrecer unas prestaciones mínimamente comparables a las de las máquinas que se utilizan hoy en día. Es decir, la maquinaria pesada debería utilizarse conectándolas directamente a la red eléctrica, lo que reduciría en muchos casos su utilización, ya que mucha maquinaria pesada es móvil.

Desde el punto de vista de la electrificación de la energía, la transición energética que se quiere implementar en Europa es una quimera, una quimera que nos costará muy caro.

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