lunes, 30 de enero de 2012
El forzamiento radiativo de los gases de efecto invernadero
En la figura podemos ver la evolución desde el año 1979 hasta 2010 del incremento del forzamiento radiativo, tomando como base el año 1750, de los 5 gases de efecto invernadero más importantes (CO2, CH4, N2O, CFC-12 y CFC-11) y el de los 15 menos importantes (CFC-113, CCl4, CH3CCl3, HCFCs 22, 141b y 142b, HFCs 134a, 152a, 23, 143a, y 125, SF6, y halones 1211, 1301 y 2402).
El efecto radiativo del CO2 es dominante, seguido del metano, oxido nitroso y los CFC. Estos cinco gases aportan el 96 % del aumento del efecto radiativo desde 1750.
De los cinco gases más importantes, sólo el CO2 y el N2O continúan aumentando regularmente. El CH4 aumentó de 2007 a 2010 después de permanecer aproximadamente constante de 1999 a 2006.
El aumento del forzamiento radiativo desde 1990 hasta 2010 ha sido de 0,63 W/m2 (un 29 %). A este aumento, el CO2 ha contribuido en 0,50 W/m2, un 80 %.
Si los gases que reducen el ozono no se hubieran regulado con el protocolo de Montreal, se estima que el forzamiento radiativo hubiera sido 0,3 W/m2 mayor en el año 2010.
En el artículo Non-CO2 greenhouse gases and climate change, publicado en agosto del 2011, se muestra la figura siguiente, en la que se estima la evolución del forzamiento radiativo en cuatro escenarios distintos:
a – emisiones de CO2 y de los demás gases constantes
b – emisiones de CO2 constantes y reducción del 80 % de las emisiones de los demás gases
c – emisiones de CO2 reducidas un 80 % y emisiones de los demás gases constantes
d – de CO2 y de los demás gases reducidas un 80 %
Estas emisiones futuras corresponden al nivel del año 2008, y la reducción del 80 % se considera lineal entre 2008 y 2050.
En el escenario d, el forzamiento radiativo aumenta hasta el año 2030, para disminuir luego a niveles inferiores al actual.
Para saber más: The NOAA annual greenhouse gas index
sábado, 28 de enero de 2012
La evolución de la humedad atmosférica
Una de las discusiones sobre el cambio climático es la que se refiere a la amplificación del efecto de calentamiento causado por el CO2 por una evaporación más importante al aumentar la temperatura. Esta evaporación más importante haría aumentar la concentración de vapor de agua en la atmósfera. Teniendo en cuenta que el vapor de agua es el gas cuyo efecto invernadero es el más importante, si realmente aumenta la humedad del aire con el aumento de la temperatura global, se tendría una retroalimentación positiva.
Muchos modelos climáticos hacen la suposición de que la humedad relativa de la atmósfera permanecería constante, lo que significa que la humedad específica (medida en gramos de agua por kilo de aire), aumentaría al elevarse la temperatura.
Podemos consultar la evolución de la humedad atmosférica en Earth System Research Laboratory, de la NOAA a diferentes alturas, donde encontramos datos anuales y mensuales desde el año 1948. Analizaremos los datos desde el año 1980 hasta el 2011.
La troposfera terrestre se puede dividir en tres partes: la cercana a la superficie, que se define por una presión de 1000 mb (milibares), la troposfera media, que se define por una presión de 600 mb, y que se encuentra a una altura de unos 5.000 metros, y la troposfera alta, que se define por una presión media de 300 mb, y que se encuentra a una altura de unos 10.000 metros.
La humedad relativa ha disminuido: la tendencia es de -0,3 % por década cerca de la superficie, -1,3 % por década a 600 mb y -2,2 % por década a 300 mb.
La humedad específica ha disminuido a 300 mb (-0,02 gr/kg y por década), ha aumentado a 600 mb (+ 0,02 gr/kg y por década) y cerca de la superficie (+ 0,07 gr/kg y por década).
Esto quiere decir que, en efecto, la cantidad de vapor de agua ha aumentado con el calentamiento global, pero menos de lo que la habría hecho si la humedad relativa no hubiera disminuido.
Como consecuencia, la cantidad de lluvia ha aumentado durante este período. La tendencia global ha sido de un aumento de 19 mm anuales por década. El aumento ha sido el mismo en los trópicos, mayor en el hemisferio norte, donde ha aumentado con la latitud, y menor en el hemisferio sur.
viernes, 27 de enero de 2012
Las temperaturas del año 2011 (4)
Recogemos ahora los datos proporcionados por la NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration), que acaba de publicar los datos correspondientes al año 2011.
La temperatura global del año ha sido de 14,41 ºC (la media del período 1901-2000 fue de 13,9 ºC). Esta temperatura es la décima más alta de las registradas hasta ahora. Como en las demás series de temperaturas, es menor que la del 2010, que con 14,54 ºC fue una de las dos más elevadas. Como ya hemos dicho, en el año 2010 hubo un fenómeno El Niño, y en el 2011, La Niña, lo que explica esta disminución de un año para otro.
Si miramos la serie de temperaturas desde el año 2001 al 2011, vemos que durante este período no han aumentado (la tendencia es ligeramente negativa), en contraste con la de los años 1970-2000, en que la tendencia fue de + 0,16 ºC/década. Sin embargo, si encuadramos la tendencia de loa años 1970-2000 con las líneas ± 2 desviaciones tipo, vemos que el período 2001-2011 se mantiene dentro de estas dos líneas. Por ahora, por tanto, no podemos decir que el calentamiento se haya detenido.
Como es lógico, las anomalías de temperatura del océano son menores que las de la tierra emergida. La temperatura media de la tierra durante el año 2011 ha sido de 9,32 ºC, la octava más elevada de los registros. La temperatura media del océano ha sido de 16,50 ºC, la onceava más elevada.
domingo, 22 de enero de 2012
Las temperaturas del año 2011 (3)
El instituto Goddard (Goddard Institute for Space Studies, GISS, de la NASA) acaba de publicar la anomalía de temperatura del mes de diciembre, lo que nos permite hacer el promedio del año 2011. La anomalía del año 2011 respecto del período de base (1951 – 1980) ha sido de + 0,51 ºC, el noveno año más caluroso de la serie. Se trata de datos de estaciones terrestres.
Como en los datos obtenidos por satélite, el año 2011 ha sido menos caluroso que el anterior, y confirma que el calentamiento global ha sido plano en los últimos 11 años.
La mejor estimación de la temperatura media del período 1951 – 1980 es de 14,0 ºC. Si trazamos la serie de temperaturas desde el año 1970 hasta el 2011 entre las rectas de tendencia del período 1970 – 2000 con ± dos desviaciones tipo, vemos que la temperatura del año 2011 se mantiene entre ellas. Por tanto, a pesar de que no ha habido calentamiento los últimos años, la temperatura del año 2011 se enmarca perfectamente dentro de la tendencia al calentamiento de los años 1970 – 2000, que es de + 0,147 ºC/década.
Datos GISS
jueves, 19 de enero de 2012
El gas no convencional es fácil de encontrar pero difícil de obtener
Hace unos meses tratamos sobre el gas no convencional o gas de esquisto, que se ha desarrollado espectacularmente el los Estados Unidos, lo que ha llevado a esta nación a ser el primer productor mundial de gas. Siendo el problema de la dependencia energética uno de los principales frenos al desarrollo europeo, le explotación de esta gas de esquisto podría ayudar a resolver este problema.
Sin embargo, hay dificultades en Europa que no se encuentran en los Estados Unidos. Se trata de dificultades geológicas y de dificultades debidas a la densidad de población y a las regulaciones europeas.
Las dificultades geológicas están relacionadas con la composición del subsuelo. El esquisto es una arcilla enterrada profundamente, y si esta arcilla cuenta con un alto grado de materia orgánica puede ser una capa que contenga reservas recuperables de gas de esquisto. La materia orgánica se compone de los restos de plancton depositados en los océanos y fondos marinos hace millones de años. Estas capas fueron enterradas posteriormente a grandes profundidades de la corteza terrestre por los movimientos tectónicos. Una combinación de alta presión y altas temperaturas conduce a la formación de petróleo a una profundidad de unos tres kilómetros. Para la formación de gas se requieren mayores temperaturas y la capa orgánica debe haber sido enterrada a una profundidad de por lo menos cuatro kilómetros.
El diagrama muestra en forma esquemática la naturaleza geológica de la mayoría de las principales fuentes de gas natural.
El esquisto rico en gas (gas-rich shale) es la roca fuente de muchos recursos de gas natural. La perforación horizontal y la fractura hidráulica han hecho del gas de esquisto una alternativa económicamente viable a los recursos de gas convencionales.
Las acumulaciones de gas convencionales (conventional gas accumulations) se producen cuando el gas migra del esquisto hacia una formación de arenisca que se encuentra por encima, y queda entonces atrapado por una formación impermeable que lo cubre, llamada sello (seal).
El gas asociado se acumula junto con el petróleo, mientras que el gas no asociado no se acumula con el petróleo.
Las acumulaciones de gas atrapado en formaciones arenosas (tight gas accumulations) se encuentran en una gran variedad de ambientes geológicos donde el gas migra desde una roca de origen hacia una formación de arenisca, pero cuya capacidad de migrar hacia arriba está limitada debido a la reducción de la permeabilidad de la piedra arenisca.
El gas metano que se genera durante la transformación de materia orgánica en carbón (coalbed methane) no migra de los esquistos.
El gas de esquisto tiende a ser recuperable una vez que estas capas compactadas, debido a los movimientos de la corteza terrestre, han sido movidas de nuevo y llevadas un poco más cerca de la superficie. Y es precisamente esta secuencia geológica de enterramiento profundo seguido de un movimiento ascendente la que se produjo en grandes áreas de los Estados Unidos. El sustrato contiene esquistos que tienen millones de años y que se extienden por los territorios de varios estados, tales como el esquisto Marcellus en el este de los Estados Unidos. Hace alrededor de 10 millones de años estas capas fueron empujadas de nuevo hacia arriba y ahora se encuentran a una profundidad de alrededor de 1,5 kilómetros por debajo de la superficie de la tierra, una profundidad ideal para la explotación de gas.
¿En qué formaciones geológicas en el oeste de Europa se busca el gas de esquisto? Los esquistos que contienen una proporción relativamente alta de materia orgánica son particularmente prometedores.
En los Países Bajos que está buscando en las pizarras del Jurásico y el Carbonífero. En el caso de los esquistos del Jurásico, la formación más interesante es la de Posidonia, una banda de treinta a sesenta metros de espesor, que data de hace 180 millones de años que se encuentra en torno a tres kilómetros bajo la superficie en los Países Bajos y se extiende a Alemania y Francia. La perforación exploratoria en Alemania ha sido hasta ahora infructuosa.
Actualmente se cree que la región del Báltico representa el mayor potencial para recuperar el gas de esquisto, por ejemplo, en países como Polonia. Lo que es más, Polonia está dispuesta a poner fin a su dependencia de los combustibles fósiles de Rusia, por lo que también juega un papel.
La Kimmeridge Clay también es una buena candidata, pero está situada en el Mar del Norte, donde ninguna reserva de gas de esquisto será económicamente rentable durante mucho tiempo. La producción de gas de esquisto en el mar no es viable por ahora debido a la densa red de pozos que se requiere y los altos costos de perforación mar adentro.
Una segunda formación posible para los Países Bajos es la Formación Geverik, que es considerablemente mayor y se encuentra en la base del Carbonífero. En Inglaterra, esta capa se conoce como el esquisto de Bowen. Pero las estimaciones más recientes sobre el potencial de gas de esquisto de Bowen, que corresponden a unos 65 años de consumo actual de Reino Unido, son muy prematuras.
En términos generales se requieren varias decenas de pozos de exploración y producción para llegar a algo parecido a una estimación realista de las reservas recuperables comercialmente viables de gas no convencional en una región particular. Todavía estamos lejos en ninguna exploración de Europa.
Pero no sólo es la historia geológica la que determina el potencial de gas de esquisto.En Estados Unidos la producción de gas de esquisto ha sido capaz de despegar realmente a causa de la libertad que se permite a los “vaqueros” del petróleo (de manera formal se les conoce como independientes) para la prospección de gas de esquisto. Y los propietarios de EE.UU. también se benefician de cualquier combustible fósil que se encuentra en sus tierras. Eso hace que sea atractivo para ellos el permitir la exploración y producción en su propiedad. En Europa, el gobierno es el dueño de los descubrimientos situados a más de 700 metros bajo tierra, lo que hace que los dueños de los terrenos no puedan tener grandes beneficios. En cambio, un granjero americano que permite la extracción de petróleo y gas en su tierra puede llegar a hacerse rico muy rápidamente. Con este interés financiero, los agricultores americanos son más propensos a ver su tierra perforada. Las preocupaciones por el medio ambiente pasan rápidamente a segundo plano.
Otra diferencia significativa entre los Estados Unidos y Europa en lo que respecta a la producción de gas de esquisto es la densidad de población. En una Europa con muchas construcciones es mucho más difícil obtener los permisos necesarios para crear una densa red de pozos de perforación. En la fase de exploración, hay que perforar pozos cada par de kilómetros, pero en la fase de producción de la densidad de los pozos es mucho mayor: más o menos uno cada doscientos de metros. Se pueden ver estas aglomeraciones de torres de perforación en las imágenes por satélite de las zonas secas y con baja densidad de población de los EE.UU. en donde se produce el gas de esquisto. Su aspecto es horrible y en Europa occidental sería inconcebible.
Aunque hoy en día existen tecnologías de perforación que son capaces de limitar el daño al paisaje, como una perforación desviada (horizontal) de muchos pozos a partir de un pozo central único y, posteriormente, se curvan los pozos para perforar horizontalmente en la roca donde se encuentra el gas. Esta perforación desviada ya es bastante común en la exploración y la producción de petróleo y gas.
En conclusión, podemos decir que, por ahora, el gas de esquisto puede ser fácil de descubrir pero será difícil de explotar en Europa.
miércoles, 18 de enero de 2012
La concentración de CO2
La concentración de CO2 en la atmósfera ha seguido aumentando durante el año 2011, llegando a ser de 391,6 ppm a final de año, con un aumento de 1,8 ppm respecto del año anterior, lo que equivale a 15.000 millones de toneladas de CO2. Actualmente, la cantidad de CO2 que contiene la atmósfera puede cifrarse en 3.290.000 millones de toneladas.
Desde que se mide la concentración de CO2 en la atmósfera, su aumento anual ha pasado de 1 ppm en los años sesenta a 2 ppm en los años dos mil. Es decir, se ha doblado en medio siglo.
Datos de la concentración de CO2
martes, 17 de enero de 2012
Las temperaturas del año 2011 (2)
Se acaban de publicar las temperaturas de la UAH (Universidad de Alabama Huntville) del mes de diciembre. Estas temperaturas están tomadas por satélite desde el año 1979.
Vemos que la temperatura global del año 2011 ha sido notablemente inferior a la del año anterior, en que fue anormalmente alta debido a El Niño. Podemos observar que las temperaturas globales no han aumentado en lo que llevamos de siglo XXI.
La temperatura global de la tierra ha aumentado más que la del océano. También se ve que la del hemisferio norte ha aumentado más que la del hemisferio sur, y que la del polo norte ha aumentado enormemente, mientras que la del polo sur ha tenido una ligera tendencia a la baja.
Podemos observar que las temperaturas globales siguen bastante bien las oscilaciones ENSO, con tres a cuarto meses de retraso.
viernes, 13 de enero de 2012
Las temperaturas del año 2011
RESS (Remote Sensing Systems) ha publicado sus datos del mes de diciembre, lo que permite hacer el balance del año 2011. Se trata de temperaturas medidas por satélite, de las que hemos tomado las correspondientes a la baja troposfera TLT – Temperatute Lower Troposphere), que son las del aire más próximo a la superficie. Las temperaturas corresponden a las latitudes comprendidas entre 70º S y 82,5º N, por lo que excluyen las zonas polares. Estas medidas están disponibles desde el año 1979.
La temperatura global del año 2011 es mucho menor que la del año 2010, y está por debajo de la media del período 2001 – 2011, siendo la segunda más baja del período después de la del año 2008, tanto en lo que respecta a la temperatura global como a le de las temperaturas de ambos hemisferios o a las de la tierra y de los océanos, como se puede ver en las figuras.
Es también interesante ver la evolución de las temperaturas en los diferentes canales:
TLT – baja troposfera, tendencia = + 0,139 ºC/década
TMT – troposfera media, tendencia = + 0,083ºC/década
TTS – troposfera – estratosfera, tendencia = - 0,006 ºC/década
TLS – baja estratosfera, tendencia = - 0,302 ºC/década
Para los canales TLT y TMT la evolución de las temperaturas viene dominada por loe eventos ENSO (El Niño). Los cuatro eventos El Niño de los últimos 20 años se evidencian claramente como picos durante los años 1982-83, 1987-88, 1997-98 (siendo éste el más importante) y 2009-10.
El canal TLS muestra un enfriamiento de la estratosfera, puntuado por calentamientos espectaculares causados por las erupciones de El Chichón en el año 1982 y del monte Pinatubo en el año 1991.
El canal TTS muestra una mezcla de los dos anteriores.
domingo, 1 de enero de 2012
Cuantificando el efecto invernadero
Se ha entendido desde el siglo XIX que algunos gases absorben la radiación infrarroja (RI) que se emite por el planeta, disminuyendo la velocidad a la que el planeta puede enfriar y, por tanto, calentando la superficie. Estos gases, llamados de efecto invernadero, incluyen el dióxido de carbono y vapor de agua, así como el ozono y el metano, entre otros. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la mayor parte de la atmósfera está compuesta de nitrógeno y moléculas de oxígeno que no absorben en absoluto la radiación infrarroja. Se comprende menos que las nubes (formada por partículas de hielo y / o gotas de agua líquida) también absorben la radiación infrarroja y contribuyen al efecto invernadero. Las nubes, por supuesto, también interfieren con la luz solar entrante, que reflejan de vuelta al espacio, lo que contribuye al enfriamiento de la superficie del planeta.
La magnitud del efecto invernadero se estima a menudo como la diferencia entre la temperatura real de la superficie global del planeta y la temperatura que tendría sin ningún tipo de absorción de la atmósfera, pero con exactamente el mismo albedo planetario. Esta diferencia es de unos 33 °C. Esto no es un estado observable, pero es una referencia útil.
Otra forma de cuantificar el efecto invernadero es mirar a la diferencia entre la radiación infrarroja emitida por la superficie de la Tierra, y la cantidad que se emite al espacio en la parte superior de la atmósfera. En ausencia del efecto invernadero, esto sería igual a cero (en otras palabras, no habría diferencia). En la realidad, la superficie emite alrededor de 150 vatios por metro cuadrado (W/m2) más que la que se pierde hacia el espacio.
Nos podemos formular la pregunta siguiente: de todas las sustancias de efecto invernadero en la atmósfera, ¿que absorbe cada una de ellas? Este es un tema más complicado de lo que puede parecer a primera vista debido a la naturaleza de la absorción y la compleja distribución de los “absorbedores”, tanto horizontal como verticalmente. Diferentes sustancias absorben diferentes frecuencias de radiaciones infrarrojas, y las diferentes partes del planeta difieren enormemente en la cantidad de radiaciones infrarrojas que están siendo emitidas en cada momento (que dependen de la temperatura de la superficie) y de la cantidad de nubes y de vapor de agua que hay en ese lugar (el dióxido de carbono y los demás gases no condensables están muy bien mezclados). De hecho, algunas longitudes de onda de infrarrojos pueden ser absorbidas tanto por el vapor de agua como por las nubes, o por el vapor de agua y el CO2. Esta "superposición espectral" significa que si se quita una sustancia, el cambio en la cantidad de radiación infrarroja absorbida será menor que si sólo estuviera esa sustancia en el aire. En sentido contrario, el impacto de todas las sustancias juntas es menos de lo que se obtendría si se suman sus componentes individuales. Esto debe ser tenido en cuenta en cualquier atribución del efecto invernadero.
En la figura siguiente podemos ver el espectro de radiaciones infrarrojas que se pierden en el espacio, comparadas con el flujo que emite un cuerpo negro a 294 grados Kelvin (21 ºC). También se indica el principal “absorbedor” de radiaciones para cada tramo de frecuencia.
También es interesante comparar las absorciones de los principales gases de efecto invernadero (vapor de agua, CO2, ozono, metano, NO2, donde podemos comprobar el solapamiento de la absorción de diferentes sustancias a determinadas frecuencias.
Si miramos la distribución geográfica de la radiación infrarroja que se emite al espacio, podemos observar en esta imagen de setiembre de 2008 que no sólo hay variaciones geográficas, sino también variaciones causadas por la presencia de nubes. La mayor cantidad de calor se escapa de las áreas situadas al norte y al sur del ecuador, donde la superficie está más caliente y hay menos nubes.
Utilizando modelos de transferencia de radiación a través de la atmósfera del planeta se puede tratar de desglosar la atribución del efecto invernadero de cada sustancia, teniendo en cuenta la distribución real de la temperatura local, el vapor de agua y las nubes. Mediante la eliminación de cada uno de los “absorbedores” a la vez, y mediante el cálculo de la absorción de muchas combinaciones diferentes, se han podido calcular todas las coincidencias y asignar la bastante correctamente la absorción de cada sustancia. El resultado es que el vapor de agua es la sustancia dominante, responsable de aproximadamente el 50% de la absorción, que las nubes son responsables de alrededor del 25%, y que el CO2 es responsable del 20% del efecto invernadero. El 5 % restante se compone con los gases de efecto invernadero menor, la capa de ozono y el metano, por ejemplo, y una pequeña cantidad de partículas en el aire (polvo y otros "aerosoles").
Dado que el CO2 tiene un papel tan importante en el efecto invernadero natural, intuitivamente se comprende que los aumentos en su concentración debido a las actividades humanas pueden aumentar significativamente el efecto invernadero. Sin embargo, calcular el impacto directo de un cambio en la concentración de CO2 es mucho más sencillo que calcular el impacto de una variación del vapor de agua y las nubes. Esto se debe a que tanto el vapor de agua como las nubes dependen de la temperatura y de la circulación atmosférica, mientras que para el CO2 no es así. Por ejemplo, a medida que aumenta la temperatura, la concentración máxima (concentración de saturación) de vapor de agua aumenta en un 7 % por grado centígrado. Las nubes dependen de las cantidades de vapor de agua, de la temperatura, de la presión y de otros factores. Por lo tanto un cambio en el CO2 que afecta el efecto invernadero también va a cambiar el vapor de agua y las nubes. Es decir, para calcular el efecto invernadero después de un aumento de las emisiones de CO2 se necesita también tener en cuenta los consiguientes cambios en los otros componentes. Si, por ejemplo, si la concentración de CO2 se duplica, la absorción se incrementaría en 4 W/m2, pero una vez que el vapor de agua y las nubes reaccionan, el aumento de la absorción es de casi un 20 W/m2 (por lo menos en el modelo climático del GISS), lo que demuestra, si el modelo refleja la realidad, que la "retroalimentación" amplifica los efectos del aumento de la concentración de CO2.
Sin embargo, por ahora no hay datos suficientes que confirmen que los modelos que predicen una retroalimentación positiva del vapor de agua y de las nubes estén en lo cierto. Me ha interesado lo que dice A. Uriarte en una de sus últimas entradas:
Sabemos con bastante precisión la concentración de CO2 y de metano en las atmósferas de los últimos cientos de miles de años. Sabemos cómo han ido variando a lo largo de las glaciaciones y de los interglaciares. Lo sabemos porque burbujitas de aire del pasado se pueden extraer de profundos estratos de hielo de Groenlandia y de la Antártida, encerradas allí desde que aquella nieve antigua que precipitó entonces las preservó en el hielo. Del análisis de la composición de los gases de estas burbujitas deducimos el CO2 y el metano que había entonces en la atmósfera del planeta. Pero estas burbujitas no nos dicen nada de la evolución de la concentración de vapor de agua en la atmósfera, ya que el vapor de agua no se reparte homogéneamente en la atmósfera. El frío lo condensa. En una selva tropical puede haber hasta un 4 % de vapor de agua en el aire; en el aire de la Antártida prácticamente no hay nada, igual o menos que en el desierto del Sahara.
La concentración de CO2 es prácticamente la misma en el Polo Sur, en el Congo Belga y en el desierto del Kalahari, y su concentración atmosférica ha ido evolucionando de forma muy semejante en todos esos lugares. Por eso el CO2 de una burbujita en el hielo de hace 100.000 años en la Antártida nos sirve para deducir la concentración global de CO2 que había entonces. Por el contrario, el vapor de agua que pueda haber en esa burbujita encerrada en el hielo de hace 100.000 años será ínfimo y no nos dirá nada sobre el agua que había entonces en el desierto o en el trópico.
El vapor de agua es el principal gas invernadero. Esto lo sabemos. A él le debemos que la Tierra no esté congelada. Sabemos que es y ha sido, entre los gases invernadero del aire, el principal factor de cambio de la temperatura. Pero no tenemos números.
Es decir que, como dice también Manuel Toharia, “el vapor de agua es el gas que mayor efecto invernadero crea, y su intensidad es varias veces mayor que el CO2, pero no conocemos su influencia”. Esperemos que las investigaciones en curso, que son muchas, nos permitan ver más claro en esta importante cuestión.