Según los datos de la Universidad de Alabama Huntsville, la anomalía global de temperatura del segundo trimestre del año 2011 ha sido de + 0,13 ºC, que es la sexta más elevada de la serie, que empieza el año 1979, ex aequo con la de los segundos semestres de los años 1991y 2003.
Por lo que se refiere al primer semestre, la anomalía global ha sido de + 0,03 ºC, que es la doceava más elevada de la serie.
Las rectas de regresión lineal de ambos períodos (2º trimestre y 1er semestre) desde el año 2001 al 2011 presentan una tendencia ligeramente negativa, lo que indica que el calentamiento global todavía no se ha reanudado.
Si tomamos las series de temperaturas publicadas por el GISS, la anomalía global de temperatura del segundo trimestre del año 2011 ha sido de + 0,49 ºC, que es la séptima más elevada de la serie, mientras que la del primer semestre es de + 0,48 ºC, la novena más elevada. Aquí, las rectas de regresión lineal desde el año 2011 tienen una tendencia ligeramente positiva, más acusada en el caso de las anomalías del 1er semestre.
Comparando las anomalías de UAH y del GISS, vemos que siguen la misma tendencia, pero que el coeficiente de correlación sólo es de 0,76, reflejo de que las variaciones individuales son importantes. Los datos de la UAH están tomados por satélite, mientras que los del GISS están tomados por estaciones terrestres.
sábado, 23 de julio de 2011
Una explicación a la pausa del aumento de las temperaturas
Los datos de la temperatura global, cualquiera que sea su fuente, indican un calentamiento muy poco importante entre 1998 y 2008. Es más, la temperatura desciende de 0,2 ºC entre 2005 y 2008. A pesar del aumento de temperatura de los años 2009 y 2010, la falta de un aumento claro de las temperaturas globales entre 1998 y 2008, a la vez que la concentración de CO2 y de otros gases de efecto invernadero ha seguido aumentando, ha propiciado muchas dudas sobre la correlación entre ambas magnitudes.
En un artículo recientemente publicado, Reconciling anthropogenic climate change with observed temperature 1998–2008, sus autores presentan una respuesta a esta cuestión, para lo cual han hecho un estudio exhaustivo de todos los forzamientos radiativos y las variaciones naturales que han ocurrido durante este período. Han encontrado que los forzamientos radiativos antropogénicos han disminuido en la última década debido a que los efectos de enfriamiento debidos a las emisiones de azufre han crecido a la vez que los efectos de calentamiento debidos a los gases de efecto invernadero. A esta disminución de los forzamientos radiativos antropogénicos, se ha sumado un declive de la insolación solar y un cambio de las condiciones climáticas, al pasar de un El Niño a La Niña. Este conjunto es el que explicaría la falta de calentamiento global desde 1998.
Ha habido durante estos años un importante aumento de las emisiones antropogénicas de azufre, debidas a un considerable aumento del consumo de carbón en Asia, particularmente en China. El consumo de carbón en China ha aumentado más del doble en los 4 años que van del 2003 al 2007. En este período de 4 años, el aumento de consumo de carbón en China representa un 77 % del aumento total, que ha sido del 26 % (este aumento se puede comparar ocurrido entre 1980 y 2002, que fue del 27 %). Debido a este aumento, el efecto de enfriamiento de las emisiones de azufre de estos 4 años ha supuesto un aumento de 0,06 W/m2 de efecto enfriamiento, contrarrestando en parte un período de disminución de emisiones de azufre entre 1990 y 2002, que tuvieron un efecto calentamiento de 0,19 W/m2.
El aumento de las emisiones de azufre disminuye el aumento del forzamiento radiativo debido a la elevación de las concentraciones de gases de efecto invernadero: los forzamientos radiativos netos antropogénicos aumentaron 0,13 W/m2 entre 2002 y 2007, aumento que es menos que los 0,24 W/m2 de aumento entre 1997 y 2002, como se ve en la figura. Este menor aumento de forzamientos antropogénicos va acompañado de una disminución de 0,18 W/m2 de la insolación, causada por estar el ciclo solar en fase declinante entre 2002 y 2007. De manera que la suma de los forzamientos aumenta algo a partir de 1998 y disminuye a partir de 2002. El efecto de enfriamiento se amplifica con un importante aumento del índice SOI (Southern Oscillation Index) que indica el paso de El Niño de 2002 a la Niña de 2008.
Este período de 1998-2008 no es el primero en el que la temperatura global no aumenta. Tampoco lo hizo durante el período entre los años 40 y los años 70 del pasado ciclo. También durante este período el efecto de enfriamiento de las emisiones de azufre aumentó ligeramente más que el efecto calentamiento de los gases de efecto invernadero. A partir de los años 70, los esfuerzos para reducir la polución del aire en general, y la lluvia ácida en particular, causaron una disminución de las emisiones de azufre, mientras que la concentración de gases de efecto invernadero siguió aumentando.
La explicación de que la reciente pausa en el aumento de las temperaturas globales es principalmente una consecuencia de factores naturales (SOI y radiación solar) no contradice la hipótesis que dice que “la mayoría del aumento de la temperatura madia global observada desde la mitad del siglo XX se debe al aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero”, ya que, desde el año 1998, las actividades antropogénicas que calientan y enfrían el planeta se han anulado unas a otras, lo que ha permitido que las variables naturales hayan jugado un papel determinante durante este período.
La consecuencia de este análisis es que la pausa en el aumento de la temperatura media global desde el año 1998 no es contradictoria con el conocimiento actual de las relaciones entre la temperatura global, la variabilidad interna y los forzamientos radiativos, incluyendo los antropogénicos.
En un artículo recientemente publicado, Reconciling anthropogenic climate change with observed temperature 1998–2008, sus autores presentan una respuesta a esta cuestión, para lo cual han hecho un estudio exhaustivo de todos los forzamientos radiativos y las variaciones naturales que han ocurrido durante este período. Han encontrado que los forzamientos radiativos antropogénicos han disminuido en la última década debido a que los efectos de enfriamiento debidos a las emisiones de azufre han crecido a la vez que los efectos de calentamiento debidos a los gases de efecto invernadero. A esta disminución de los forzamientos radiativos antropogénicos, se ha sumado un declive de la insolación solar y un cambio de las condiciones climáticas, al pasar de un El Niño a La Niña. Este conjunto es el que explicaría la falta de calentamiento global desde 1998.
Ha habido durante estos años un importante aumento de las emisiones antropogénicas de azufre, debidas a un considerable aumento del consumo de carbón en Asia, particularmente en China. El consumo de carbón en China ha aumentado más del doble en los 4 años que van del 2003 al 2007. En este período de 4 años, el aumento de consumo de carbón en China representa un 77 % del aumento total, que ha sido del 26 % (este aumento se puede comparar ocurrido entre 1980 y 2002, que fue del 27 %). Debido a este aumento, el efecto de enfriamiento de las emisiones de azufre de estos 4 años ha supuesto un aumento de 0,06 W/m2 de efecto enfriamiento, contrarrestando en parte un período de disminución de emisiones de azufre entre 1990 y 2002, que tuvieron un efecto calentamiento de 0,19 W/m2.
Color violeta: forzamiento radiativo de las emisiones de azufre
Color azul: forzamiento radiativo antropogénico neto
Color azul punteado: tendencia lineal del forzamiento radiativo antropogénico neto
Color rojo: forzamiento radiativo total
Color naranja: forzamiento radiativo del sol
Color verde: SOI (dividido por 10), negativo = El Niño, positivo = La Niña. Los datos del SOI se presentan como las anomalías de presión atmosférica al nivel del mar de Tahití y Darwin
Color negro: temperaturas globales anuales
El aumento de las emisiones de azufre disminuye el aumento del forzamiento radiativo debido a la elevación de las concentraciones de gases de efecto invernadero: los forzamientos radiativos netos antropogénicos aumentaron 0,13 W/m2 entre 2002 y 2007, aumento que es menos que los 0,24 W/m2 de aumento entre 1997 y 2002, como se ve en la figura. Este menor aumento de forzamientos antropogénicos va acompañado de una disminución de 0,18 W/m2 de la insolación, causada por estar el ciclo solar en fase declinante entre 2002 y 2007. De manera que la suma de los forzamientos aumenta algo a partir de 1998 y disminuye a partir de 2002. El efecto de enfriamiento se amplifica con un importante aumento del índice SOI (Southern Oscillation Index) que indica el paso de El Niño de 2002 a la Niña de 2008.
Este período de 1998-2008 no es el primero en el que la temperatura global no aumenta. Tampoco lo hizo durante el período entre los años 40 y los años 70 del pasado ciclo. También durante este período el efecto de enfriamiento de las emisiones de azufre aumentó ligeramente más que el efecto calentamiento de los gases de efecto invernadero. A partir de los años 70, los esfuerzos para reducir la polución del aire en general, y la lluvia ácida en particular, causaron una disminución de las emisiones de azufre, mientras que la concentración de gases de efecto invernadero siguió aumentando.
La explicación de que la reciente pausa en el aumento de las temperaturas globales es principalmente una consecuencia de factores naturales (SOI y radiación solar) no contradice la hipótesis que dice que “la mayoría del aumento de la temperatura madia global observada desde la mitad del siglo XX se debe al aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero”, ya que, desde el año 1998, las actividades antropogénicas que calientan y enfrían el planeta se han anulado unas a otras, lo que ha permitido que las variables naturales hayan jugado un papel determinante durante este período.
La consecuencia de este análisis es que la pausa en el aumento de la temperatura media global desde el año 1998 no es contradictoria con el conocimiento actual de las relaciones entre la temperatura global, la variabilidad interna y los forzamientos radiativos, incluyendo los antropogénicos.
martes, 19 de julio de 2011
El océano como sumidero de CO2
El incremento de la concentración de CO2 en la atmósfera debido a las actividades humanas desde el inicio de la era industrial se ha visto muy amortiguado por los sumideros, tanto terrestres como oceánicos, que han absorbido aproximadamente la mitad del CO2 emitido. Los cambios en el uso de la tierra y los incendios forestales han compensado la absorción del sumidero terrestre, de modo que podemos decir que el único sumidero “real” de CO2 son los océanos. Sin ellos, la concentración de CO2 en la atmósfera sería 55 ppm mayor. Los océanos han eliminado casi el 30 por ciento de origen antropogénico (debido al hombre) las emisiones en los últimos 250 años.
El aumento de CO2 atmosférico varía mucho más que las emisiones antropogénicas, lo que conlleva que la variabilidad interanual de los sumideros terrestre y oceánico es alta. Los cambios anuales en el clima tienen impactos importantes en la temperatura superficial del océano, en su composición química y en la circulación de las corrientes, que, a su vez, tienen una notable influencia en el ciclo del carbono. Las causas de la variabilidad interanual del efecto sumidero de los océanos no se conocen suficientemente.
También hay variaciones significativas de la capacidad de absorción entre las diferentes zonas oceánicas, debido a las corrientes y a la composición química del agua. El Océano Atlántico tiene una gran importancia como sumidero de CO2, ya que absorbe el 41 % de todo el CO2 absorbido por los océanos. El Atlántico Norte ocupa sólo un 15 % de la superficie marina, pero absorbe un 23 % del total del CO2 antropogénico.
La principal variabilidad física observada en esta región es la Oscilación del Atlántico Norte (NAO). Durante la fase positiva de la NAO, un gradiente mayor de presión en la superficie entre la baja presión de Islandia y la alta presión de las Azores causa un aumento de los vientos de superficie del oeste sobre el giro subpolar asociada con un desplazamiento hacia el polo de la corriente de chorro polar. Esto conduce a una mayor mezcla y una disminución en la temperatura superficial del mar en el giro subpolar, y un incremento en la temperatura superficial del mar en las regiones subtropicales del oeste. Durante una NAO neutral o negativa, estas anomalías de la circulación se debilitan, conduciendo a un calentamiento subpolar y a un enfriamiento subtropical de la temperatura superficial del mar. La capacidad de absorción de CO2 del Atlántico Norte está fuertemente influenciada por la NAO, como se ve en la figura:
Recientes observaciones han encontrado que la absorción de carbono del Atlántico Norte ha disminuido un 50 por ciento en los últimos diez años. Mientras que muchos se apresuraron a culpar al cambio climático antropogénico, en el artículo Changes in the North Atlantic Oscillation influence CO2 uptake in the North Atlantic over the past two decades se obtienen conclusiones diferentes.
Muchas de las observaciones de la absorción de CO2 en el Atlántico Norte cubren un período posterior a 1995, en que las condiciones de NAO fueron en su mayoría negativas o débilmente positivas, y que se caracterizan por la reducción de la corriente del Atlántico Norte, que transporta las aguas subtropicales hacia la cuenca oriental, y por una disminución en la absorción de CO2. Los autores del artículo suponen, pues, que la absorción de CO2 se recuperará durante futuros períodos con un NAO más positivo. Por lo tanto, deducen que los recientes cambios rápidos en la absorción de CO2 en al Atlántico Norte reflejan perturbaciones decadales que se superponen a las tendencias a más largo plazo, que son más graduales, ya que estos fenómenos naturales tienen el potencial de enmascarar los efectos del cambio climático antropogénico.
Estos resultados son cruciales para entender cómo reacciona este sistema natural ante el cambio climático y como hace frente al aumento de las emisiones de carbono provocadas por el hombre. Los autores dicen que se debe hacer más investigación, incluyendo mayores esfuerzos de observación y el desarrollo de modelos de análisis para comprender los efectos a largo plazo, por ejemplo, cómo reaccionará el sumidero oceánico frente a las emisiones de carbono cada vez mayores de los seres humanos. Esta investigación es básica para la comprensión de la acidificación del océano que tiene implicaciones en la vida marina y en los corales.
El aumento de CO2 atmosférico varía mucho más que las emisiones antropogénicas, lo que conlleva que la variabilidad interanual de los sumideros terrestre y oceánico es alta. Los cambios anuales en el clima tienen impactos importantes en la temperatura superficial del océano, en su composición química y en la circulación de las corrientes, que, a su vez, tienen una notable influencia en el ciclo del carbono. Las causas de la variabilidad interanual del efecto sumidero de los océanos no se conocen suficientemente.
También hay variaciones significativas de la capacidad de absorción entre las diferentes zonas oceánicas, debido a las corrientes y a la composición química del agua. El Océano Atlántico tiene una gran importancia como sumidero de CO2, ya que absorbe el 41 % de todo el CO2 absorbido por los océanos. El Atlántico Norte ocupa sólo un 15 % de la superficie marina, pero absorbe un 23 % del total del CO2 antropogénico.
La principal variabilidad física observada en esta región es la Oscilación del Atlántico Norte (NAO). Durante la fase positiva de la NAO, un gradiente mayor de presión en la superficie entre la baja presión de Islandia y la alta presión de las Azores causa un aumento de los vientos de superficie del oeste sobre el giro subpolar asociada con un desplazamiento hacia el polo de la corriente de chorro polar. Esto conduce a una mayor mezcla y una disminución en la temperatura superficial del mar en el giro subpolar, y un incremento en la temperatura superficial del mar en las regiones subtropicales del oeste. Durante una NAO neutral o negativa, estas anomalías de la circulación se debilitan, conduciendo a un calentamiento subpolar y a un enfriamiento subtropical de la temperatura superficial del mar. La capacidad de absorción de CO2 del Atlántico Norte está fuertemente influenciada por la NAO, como se ve en la figura:
En una fase positiva, una importante alta presión en las Azores y una importante baja presión en Islandia producen más tormentas invernales, y más fuertes, en una zona situada más al norte. Como consecuencia de ello, el giro subtropical se extiende hacia el norte, y la Corriente del Atlántico Norte se acelera, transportando hacia el noreste mayores cantidades de aguas cálidas y salinas con una baja concentración de carbono. Esto provoca una intensificación del sumidero (signo menos) al este de la zona subpolar del Atlántico Norte, debido a que estas aguas tienen el potencial de coger una gran cantidad de CO2 de la atmósfera cuando se enfrían a lo largo de su viaje hacia el norte. Al mismo tiempo, se intensifica la corriente de Labrador, llevando aguas más frescas y con altas concentraciones de carbono desde el Ártico hacia el giro subpolar, creando un sumidero disminuido (signo más), cerca de la costa de Canadá. En el giro subtropical, las condiciones cálidas y la reducción de la actividad convectiva también conducen a una reducción de la absorción de carbono.
Recientes observaciones han encontrado que la absorción de carbono del Atlántico Norte ha disminuido un 50 por ciento en los últimos diez años. Mientras que muchos se apresuraron a culpar al cambio climático antropogénico, en el artículo Changes in the North Atlantic Oscillation influence CO2 uptake in the North Atlantic over the past two decades se obtienen conclusiones diferentes.
Muchas de las observaciones de la absorción de CO2 en el Atlántico Norte cubren un período posterior a 1995, en que las condiciones de NAO fueron en su mayoría negativas o débilmente positivas, y que se caracterizan por la reducción de la corriente del Atlántico Norte, que transporta las aguas subtropicales hacia la cuenca oriental, y por una disminución en la absorción de CO2. Los autores del artículo suponen, pues, que la absorción de CO2 se recuperará durante futuros períodos con un NAO más positivo. Por lo tanto, deducen que los recientes cambios rápidos en la absorción de CO2 en al Atlántico Norte reflejan perturbaciones decadales que se superponen a las tendencias a más largo plazo, que son más graduales, ya que estos fenómenos naturales tienen el potencial de enmascarar los efectos del cambio climático antropogénico.
Estos resultados son cruciales para entender cómo reacciona este sistema natural ante el cambio climático y como hace frente al aumento de las emisiones de carbono provocadas por el hombre. Los autores dicen que se debe hacer más investigación, incluyendo mayores esfuerzos de observación y el desarrollo de modelos de análisis para comprender los efectos a largo plazo, por ejemplo, cómo reaccionará el sumidero oceánico frente a las emisiones de carbono cada vez mayores de los seres humanos. Esta investigación es básica para la comprensión de la acidificación del océano que tiene implicaciones en la vida marina y en los corales.
lunes, 18 de julio de 2011
Los próximos ciclos solares tendrán una actividad débil
Foto del sol durante el mínimo de 2006 y el máximo de 2001
Cuando el ciclo solar número 24 está creciendo en actividad hacia su máximo, tres nuevos estudios del interior del sol, de su superficie visible y de la corona, indican que el próximo ciclo, el 25, tendrá una actividad muy reducida o no tendrá ninguna actividad. Estos estudios se han presentado en la reunión del pasado junio de la Solar Physics Division de la American Astronomical Society.
Uno de los descubrimientos recientes es que un viento zonal (corriente de chorro) fluye en el interior del sol, en dirección este – oeste, que comienza en las latitudes medias y va moviéndose hacia el ecuador. La latitud de esta corriente de chorro marca la formación de manchas solares de cada ciclo, y predijo correctamente el retraso del ciclo 24.
El diagrama tipo mariposa de la figura presenta la posición de las manchas solares de los 12 últimos ciclos. Las manchas solares muestran una clara tendencia, que es la de ir de latitudes altas hacia latitudes más bajas a lo largo de cada ciclo. Las latitudes “activas” se asocian con flujos zonales móviles que varían durante el ciclo.
El flujo zonal del ciclo 25 ya debería haber comenzado, pero por el momento no se observa ninguna señal. Esto indica que el ciclo solar 25 puede atrasarse hasta 2021 o 2022, o bien que no haya ningún ciclo 25.
Por otra parte, se observa una tendencia de largo plazo al debilitamiento de la intensidad magnética de las manchas solares, lo que permite predecir que durante el ciclo 25 se producirán pocas manchas, si es que se produce alguna. Las manchas solares se forman cuando intensos flujos magnéticos surgen del interior que impiden que los gases fríos recirculen hacia el interior. Las manchas solares típicas el magnetismo tiene un valor de 2.500 a 3.500 gauss (el campo magnético terrestre es menos de 1 gauss en la superficie). El campo magnético debe alcanzar al menos 1.500 gauss para formar una mancha.
Con datos de más de 13 años, se ha observado que el campo magnético promedio ha decrecido alrededor de 50 gauss por año durante el ciclo 23 y sigue la misma tendencia durante el ciclo 24. También se ha observado que las temperaturas de las manchas han aumentado, exactamente como se esperaba debido a estos cambios en el campo magnético. Si esta tendencia continua, el campo magnético llegará a alcanzar el umbral de los 1.500 gauss, y las manchas solares prácticamente desaparecerán, al no ser capaz el campo magnético de contrarrestar las fuerzas convectivos de la superficie solar.
Las corrientes de chorro bajo la superficie solar, al variar de latitud con el tiempo, muestran esta sorprendente disminución del mecanismo del ciclo solar. Actualmente, las corrientes de chorro se forman a unos 50 grados de latitud (como en 1999, como se puede ver en la figura), y están asociados con el siguiente ciclo solar de 11 años más tarde. Las corrientes de chorro asociadas al futuro máximo solar de 2018-2010 se esperaban hacia 2008, pero por ahora no están presentes, lo que indica un retraso del ciclo 25.
Por otra parte, se ha observado una ralentización de la “carrera hacia los polos”, un rápido movimiento hacia los polos de la actividad magnética de la corona solar. Observaciones de los últimos 40 años. En un movimiento bien conocido, la nueva actividad solar emerge primero a unos 70 grados de latitud al principio del ciclo, y luego se mueve hacia el ecuador en el transcurso del ciclo. A la vez, el nuevo campo magnético empuja al del ciclo anterior hacia una latitud de 85 grados. El ciclo 24 empezó tarde y se desarrolló lentamente, y puede no tener la fuerza suficiente para empujar el “viejo” hacia los polos, lo que indica que veremos un máximo muy débil en 2013. Si este movimiento hacia los polos no se completa, el campo magnético del ciclo 23 no desaparecerá completamente de las regiones polares. Nadie sabe como se comportará el sol en este caso.
Estas tres líneas de investigación apuntan hacia una larga disminución de la actividad solar, con su correspondiente influencia sobre el clima de la tierra.
miércoles, 13 de julio de 2011
La extensión de los hielos ártico y antártico
Al día 11 de julio, la extensión del hielo ártico era de 7.895.000 km2. El día 11 de julio del 2007 (año en que la extensión mínima del hielo ártico fue la menor de la serie histórica, que comienza en 2002), su extensión fue de 8.125.156 km2. La superficie del hielo del año actual es, por el momento, menor que la del año del récord. Faltan todavía dos meses para que la extensión del hielo ártico llegue a su mínimo. Pero, con los datos actuales, es probable que el mínimo del año 2011 sea todavía menor que el récord del 2007, en que fue de 4,25 millones de km2.
A mediados de setiembre lo podremos comprobar.
Según Antón Uriarte, el calentamiento del Ártico probablemente se debe más al ozono y al hollín, o a cambios en la circulación de corrientes marinas, que al CO2.
Datos extensión del hielo ártico
A mediados de setiembre lo podremos comprobar.
Si observamos la evolución de la temperatura en los polos, medida por satélite por UAH (Universidad de Arizona Huntsville), vemos que la temperatura en la zona del polo norte ha seguido aumentando desde el año 2001 hasta ahora, a un ritmo de 0,42 ºC por década, lo que es coherente con la disminución de la extensión de los hielos. Observaremos que la temperatura de la zona del polo sur tiene tendencia a disminuir en este mismo período.
Consecuentemente con esto último, la extensión del hielo antártico permanece casi constante, con una ligerísima tendencia al aumento.
lunes, 4 de julio de 2011
¿Aumenta la crisis energética global?
¿Cuál es el denominador común entre la Primavera Árabe, el desastre de Fukushima y las sequías que hemos visto por todo el mundo? Hay quien opina que este denominador común es un futuro muy sombrío por lo que se refiere a la energía.
He aquí un hecho simple: la economía mundial está estructurada de tal manera que un estancamiento en la producción de energía no es una opción aceptable. Con el fin de seguir satisfaciendo las necesidades de las mayores potencias industriales como Estados Unidos, junto con la sed voraz de energía de las potencias emergentes como China, la energía mundial deberá aumentar considerablemente cada año.
Es contra este telón de fondo que tres acontecimientos decisivos de 2011 están cambiando la forma en que es probable que vivamos en este planeta en un futuro no muy lejano.
El primero y el más trascendental de los shocks energéticos del año ha sido la serie de acontecimientos precipitados por las rebeliones de Túnez y Egipto y la consiguiente "primavera árabe" en el Oriente Medio. Ni Túnez ni Egipto son, de hecho, importantes productores de petróleo, pero la onda de choque político desatada por estas insurrecciones se ha extendido a otros países de la región que sí son productores de petróleo, como Libia, Omán y Arabia Saudita. Por ahora, los dirigentes saudíes y Omán parecen mantener un control estricto sobre las protestas, pero la producción de Libia, de aproximadamente 1,7 millones de barriles por día, se ha reducido a casi cero.
Según todas las proyecciones de la producción mundial de petróleo, Arabia Saudita y otros estados del Golfo Pérsico deberán suministrar una parte cada vez mayor de la producción mundial total de petróleo, ya que la producción en otras regiones clave disminuye. El logro de este aumento de producción es esencial, pero no sucederá a menos que los gobernantes de los países inviertan sumas colosales en el desarrollo de nuevas reservas de petróleo, especialmente los crudos pesados, "petróleo difícil", variedad que requiere de una infraestructura mucho más costosa que la de los actuales depósitos de "petróleo fácil". Es decir, para satisfacer las futuras necesidades mundiales de petróleo hay que basarse en la voluntad de Arabia para invertir cientos de miles de millones de dólares para explotar sus reservas de petróleo pesado. Pero ahora, frente a las perspectivas de una revuelta de la juventud árabe al estilo egipcio, los dirigentes saudíes parecen decididos a utilizar su asombrosa riqueza en el empleo, la generación de programas de obras públicas y armamento, y no en nuevas instalaciones de “petróleo difícil”. Y lo mismo se puede decir en gran medida de otros estados petroleros monárquicos del Golfo Pérsico.
En términos de los mercados energéticos, el segundo acontecimiento importante de 2011 tuvo lugar el 11 de marzo, cuando un terremoto y un tsunami de intensidad inesperada impactaron el Japón. Se destruyó una parte importante de la infraestructura energética del norte de Japón, incluyendo refinerías, instalaciones portuarias, oleoductos, centrales eléctricas y líneas de transmisión. Además, se destruyeron cuatro reactores nucleares en Fukushima, lo que supone una pérdida permanente de 6.800 megavatios de capacidad de generación eléctrica.
Esto, a su vez, ha forzado a Japón a aumentar sus importaciones de petróleo, carbón y gas natural, sumándose a la presión sobre los suministros mundiales. Con Fukushima y otras centrales nucleares fuera de juego, los analistas del sector calculan que las importaciones de petróleo japonés podrían aumentar hasta en 238.000 barriles por día, y las importaciones de gas natural en 1,2 millones de pies cúbicos por día (en su mayoría en forma de gas natural licuado, o GNL).
El desastre de Fukushima, y la consiguiente revelación de defectos de diseño y fallos de mantenimiento en la planta, ha tenido un efecto dominó, haciendo que las autoridades de energía de otros países cancelaran planes para construir nuevas centrales nucleares o para prolongar la vida útil de las ya existentes. El primero en hacerlo fue Alemania: el 14 de marzo, la canciller Angela Merkel cerró dos de las plantas más antiguas y suspendió los planes para extender la vida de otras 15 centrales. El 30 de mayo, su gobierno decidió la suspensión permanente. A raíz de protestas antinucleares y de un revés electoral, prometió cerrar todas las centrales nucleares existentes en 2022, lo que, creen los expertos, se traducirá en un aumento en el uso de combustibles fósiles.
China también se actuó con rapidez, al anunciar el 16 de marzo que dejaría de otorgar permisos para la construcción de nuevos reactores en espera de una revisión de los procedimientos de seguridad, aunque no descartó del todo esas inversiones. Otros países, como India y los Estados Unidos, llevaron a cabo revisiones de los procedimientos de seguridad de los reactores, poniendo en situación de riesgo ambiciosos planes nucleares. Luego, el 25 de mayo, el gobierno suizo anunció que iba a abandonar los planes para construir tres nuevas plantas de energía nuclear, que había decidido abandonar paulatinamente la energía nuclear, y el cierre de la última de sus plantas en 2034, uniéndose a la lista de países que parecen haber abandonado la energía nuclear para siempre.
La tercera novedad importante de 2011 que concierne la energía, ha sido una serie de persistentes sequías en muchas zonas del planeta. Por lo general, el efecto más inmediato y dramático de la prolongada sequía es una reducción en la producción de granos, lo que lleva a unos precios de los alimentos cada vez más altos y a problemas sociales. Una intensa sequía durante el año pasado en Australia, China, Rusia y algunas partes de Oriente Medio, América del Sur, Estados Unidos, y más recientemente el norte de Europa, ha contribuido al actual récord de precio de los alimentos (y esto, a su vez, ha sido un factor clave en los disturbios políticos que corren por el norte de África, el este de África, y Oriente Medio). Sin embargo, la sequía también tiene un efecto sobre la energía, ya que da lugar a una disminución de la producción de las plantas de energía hidroeléctrica, como está ocurriendo en varias regiones afectadas por la sequía.
Con mucho, ésta es la mayor amenaza para la generación de electricidad que existe en China, que está sufriendo una de sus peores sequías. Los niveles de lluvia de enero a abril en la cuenca del Yangtze, el río más largo y más importante económicamente de China, han sido un 40% inferiores a la media de los últimos 50 años, lo que ha dado como resultado una disminución significativa de la producción de energía hidroeléctrica y una grave escasez de electricidad en gran parte del centro de China.
Los chinos se están quemando más carbón para generar electricidad, pero las minas nacionales ya no satisfacen las necesidades del país, por lo que China se ha convertido en el primer importador de carbón. El aumento de la demanda, combinado con un suministro insuficiente, ha provocado un alza en los precios del carbón, y sin poder tener un aumento comparable de las tarifas de electricidad (establecidas por el gobierno), muchas empresas de servicios públicos de China racionan la energía en lugar de comprar carbón más caro y operar con pérdidas. En respuesta, las industrias están aumentando su dependencia de los generadores de emergencia con motores diesel, lo que a su vez aumenta la demanda china de petróleo importado, poniendo aún más presión sobre los precios internacionales de los combustibles.
De esta manera entramos en julio, con disturbios en Oriente Medio, un panorama pesimista para la energía nuclear, y una severa escasez de electricidad en China (y posiblemente en otros lugares). Las soluciones inmediatas son más carbón (con explotaciones cada vez más invasivas y contaminantes, y más generación de CO2), y más petróleo y gas de esquisto (shale oil y shale gas), lo que implica miles de pozos, cada uno de los cuales puede desencadenar un desastre ambiental. De manera que las expectativas de satisfacer un suministro de energía cada vez mayor para satisfacer la demanda en los próximos años están destinadas a no poderse realizar. En su lugar hay que prever una escasez recurrente, un aumento de precios, y un creciente descontento de la población.
Si no abandonamos la creencia de que el crecimiento ilimitado es un derecho inalienable y si no hacemos el esfuerzo y la inversión necesarios para que las energías renovables sean un sustituto significativo, es probable que el futuro que nos espera sea muy sombrío.
He aquí un hecho simple: la economía mundial está estructurada de tal manera que un estancamiento en la producción de energía no es una opción aceptable. Con el fin de seguir satisfaciendo las necesidades de las mayores potencias industriales como Estados Unidos, junto con la sed voraz de energía de las potencias emergentes como China, la energía mundial deberá aumentar considerablemente cada año.
Es contra este telón de fondo que tres acontecimientos decisivos de 2011 están cambiando la forma en que es probable que vivamos en este planeta en un futuro no muy lejano.
El primero y el más trascendental de los shocks energéticos del año ha sido la serie de acontecimientos precipitados por las rebeliones de Túnez y Egipto y la consiguiente "primavera árabe" en el Oriente Medio. Ni Túnez ni Egipto son, de hecho, importantes productores de petróleo, pero la onda de choque político desatada por estas insurrecciones se ha extendido a otros países de la región que sí son productores de petróleo, como Libia, Omán y Arabia Saudita. Por ahora, los dirigentes saudíes y Omán parecen mantener un control estricto sobre las protestas, pero la producción de Libia, de aproximadamente 1,7 millones de barriles por día, se ha reducido a casi cero.
Según todas las proyecciones de la producción mundial de petróleo, Arabia Saudita y otros estados del Golfo Pérsico deberán suministrar una parte cada vez mayor de la producción mundial total de petróleo, ya que la producción en otras regiones clave disminuye. El logro de este aumento de producción es esencial, pero no sucederá a menos que los gobernantes de los países inviertan sumas colosales en el desarrollo de nuevas reservas de petróleo, especialmente los crudos pesados, "petróleo difícil", variedad que requiere de una infraestructura mucho más costosa que la de los actuales depósitos de "petróleo fácil". Es decir, para satisfacer las futuras necesidades mundiales de petróleo hay que basarse en la voluntad de Arabia para invertir cientos de miles de millones de dólares para explotar sus reservas de petróleo pesado. Pero ahora, frente a las perspectivas de una revuelta de la juventud árabe al estilo egipcio, los dirigentes saudíes parecen decididos a utilizar su asombrosa riqueza en el empleo, la generación de programas de obras públicas y armamento, y no en nuevas instalaciones de “petróleo difícil”. Y lo mismo se puede decir en gran medida de otros estados petroleros monárquicos del Golfo Pérsico.
En términos de los mercados energéticos, el segundo acontecimiento importante de 2011 tuvo lugar el 11 de marzo, cuando un terremoto y un tsunami de intensidad inesperada impactaron el Japón. Se destruyó una parte importante de la infraestructura energética del norte de Japón, incluyendo refinerías, instalaciones portuarias, oleoductos, centrales eléctricas y líneas de transmisión. Además, se destruyeron cuatro reactores nucleares en Fukushima, lo que supone una pérdida permanente de 6.800 megavatios de capacidad de generación eléctrica.
Esto, a su vez, ha forzado a Japón a aumentar sus importaciones de petróleo, carbón y gas natural, sumándose a la presión sobre los suministros mundiales. Con Fukushima y otras centrales nucleares fuera de juego, los analistas del sector calculan que las importaciones de petróleo japonés podrían aumentar hasta en 238.000 barriles por día, y las importaciones de gas natural en 1,2 millones de pies cúbicos por día (en su mayoría en forma de gas natural licuado, o GNL).
El desastre de Fukushima, y la consiguiente revelación de defectos de diseño y fallos de mantenimiento en la planta, ha tenido un efecto dominó, haciendo que las autoridades de energía de otros países cancelaran planes para construir nuevas centrales nucleares o para prolongar la vida útil de las ya existentes. El primero en hacerlo fue Alemania: el 14 de marzo, la canciller Angela Merkel cerró dos de las plantas más antiguas y suspendió los planes para extender la vida de otras 15 centrales. El 30 de mayo, su gobierno decidió la suspensión permanente. A raíz de protestas antinucleares y de un revés electoral, prometió cerrar todas las centrales nucleares existentes en 2022, lo que, creen los expertos, se traducirá en un aumento en el uso de combustibles fósiles.
China también se actuó con rapidez, al anunciar el 16 de marzo que dejaría de otorgar permisos para la construcción de nuevos reactores en espera de una revisión de los procedimientos de seguridad, aunque no descartó del todo esas inversiones. Otros países, como India y los Estados Unidos, llevaron a cabo revisiones de los procedimientos de seguridad de los reactores, poniendo en situación de riesgo ambiciosos planes nucleares. Luego, el 25 de mayo, el gobierno suizo anunció que iba a abandonar los planes para construir tres nuevas plantas de energía nuclear, que había decidido abandonar paulatinamente la energía nuclear, y el cierre de la última de sus plantas en 2034, uniéndose a la lista de países que parecen haber abandonado la energía nuclear para siempre.
La tercera novedad importante de 2011 que concierne la energía, ha sido una serie de persistentes sequías en muchas zonas del planeta. Por lo general, el efecto más inmediato y dramático de la prolongada sequía es una reducción en la producción de granos, lo que lleva a unos precios de los alimentos cada vez más altos y a problemas sociales. Una intensa sequía durante el año pasado en Australia, China, Rusia y algunas partes de Oriente Medio, América del Sur, Estados Unidos, y más recientemente el norte de Europa, ha contribuido al actual récord de precio de los alimentos (y esto, a su vez, ha sido un factor clave en los disturbios políticos que corren por el norte de África, el este de África, y Oriente Medio). Sin embargo, la sequía también tiene un efecto sobre la energía, ya que da lugar a una disminución de la producción de las plantas de energía hidroeléctrica, como está ocurriendo en varias regiones afectadas por la sequía.
Con mucho, ésta es la mayor amenaza para la generación de electricidad que existe en China, que está sufriendo una de sus peores sequías. Los niveles de lluvia de enero a abril en la cuenca del Yangtze, el río más largo y más importante económicamente de China, han sido un 40% inferiores a la media de los últimos 50 años, lo que ha dado como resultado una disminución significativa de la producción de energía hidroeléctrica y una grave escasez de electricidad en gran parte del centro de China.
Los chinos se están quemando más carbón para generar electricidad, pero las minas nacionales ya no satisfacen las necesidades del país, por lo que China se ha convertido en el primer importador de carbón. El aumento de la demanda, combinado con un suministro insuficiente, ha provocado un alza en los precios del carbón, y sin poder tener un aumento comparable de las tarifas de electricidad (establecidas por el gobierno), muchas empresas de servicios públicos de China racionan la energía en lugar de comprar carbón más caro y operar con pérdidas. En respuesta, las industrias están aumentando su dependencia de los generadores de emergencia con motores diesel, lo que a su vez aumenta la demanda china de petróleo importado, poniendo aún más presión sobre los precios internacionales de los combustibles.
De esta manera entramos en julio, con disturbios en Oriente Medio, un panorama pesimista para la energía nuclear, y una severa escasez de electricidad en China (y posiblemente en otros lugares). Las soluciones inmediatas son más carbón (con explotaciones cada vez más invasivas y contaminantes, y más generación de CO2), y más petróleo y gas de esquisto (shale oil y shale gas), lo que implica miles de pozos, cada uno de los cuales puede desencadenar un desastre ambiental. De manera que las expectativas de satisfacer un suministro de energía cada vez mayor para satisfacer la demanda en los próximos años están destinadas a no poderse realizar. En su lugar hay que prever una escasez recurrente, un aumento de precios, y un creciente descontento de la población.
Si no abandonamos la creencia de que el crecimiento ilimitado es un derecho inalienable y si no hacemos el esfuerzo y la inversión necesarios para que las energías renovables sean un sustituto significativo, es probable que el futuro que nos espera sea muy sombrío.
Las predicciones de los modelos climáticos
Ahora que el episodio de la Niña parece haber terminado, es interesante consultar los modelos dinámicos que predicen como se va a comportar el ENSO (En Niño Southern Oscillation) durante los próximos meres. Para ello nos dirigimos al Centro de Institutos Climáticos de la NOAA, que publica este gráfico del IRI (International Research Institut), en el que podemos ver que los diferentes modelos predicen resultados muy distintos, desde un Niño muy pronunciado hasta una nueva Niña.
La conclusión es que los modelos climáticos tienen, por ahora, una fiabilidad muy relativa. Y esto en un fenómeno muy localizado como el ENSO para un tiempo de predicción de año y medio. ¿Cómo podemos fiarnos de los modelos que predicen el clima global y local de los próximos cien años?
Pronóstico del ENSO
La conclusión es que los modelos climáticos tienen, por ahora, una fiabilidad muy relativa. Y esto en un fenómeno muy localizado como el ENSO para un tiempo de predicción de año y medio. ¿Cómo podemos fiarnos de los modelos que predicen el clima global y local de los próximos cien años?
Pronóstico del ENSO